RUBYWALKER (SPINOFF NO CANÓNICO)



Año 2100.

 La práctica de la magia se ha vuelto popular en el mundo desde hace cincuenta años, permitiendo que un arte originalmente restringido a ciertos círculos, ahora está tan masificado que cualquier persona, desde un niño que apenas está aprendiendo a leer, hasta los veteranos de mil batallas, tienen acceso al infinito poder místico que la magia ofrece.
Por otro lado, esto se ha traducido entre otras cosas, a que las brechas que originalmente separaban a los fuertes de los débiles no solo persistan, sino que se han ensanchado y mutado hasta niveles nunca antes sospechados.
Tristán es un adolescente haitiano de trece años que vive en Santo Domingo, República Dominicana, de mente pura e incapaz de matar siquiera a una mosca. Aunque como la práctica totalidad de sus compañeros de clase, tiene poderes mágicos, su naturaleza pacifista le hace incapaz de defenderse de aquellos que usan sus poderes para reafirmar su superioridad sobre los demás, quienes son atraídos hacia él como una manada de depredadores hacia una presa indefensa. Incluso cuando los matones han llegado a extremos como rodearlo en la salida de clases y golpearlo entre cinco, desafortunadamente no tiene las agallas para responder. Él está convencido de que puede soportar el abuso hacia su persona hasta el fin de año, cuando podría simplemente cambiarse de colegio y terminar con su tormento.
Sin embargo, la bondad y la paciencia del joven tienen límites.
Un día cualquiera, el rumor de que Tristán y su mejor amigo eran novios, comenzó a circular por todo el colegio. Al principio él lo tomó como un chisme pasajero, pero la bola de nieve creció hasta llegar a un tamaño incontrolable. Si bien él procuró mantenerse ignorante sobre el asunto, incluso cuando era acosado constantemente y bombardeado con términos insultantes sobre su supuesta orientación sexual, su amigo fue incapaz de soportar la presión y acabó por ahorcarse en su cuarto con un cable de acero.
Su muerte fue la señal para Tristán de que ya había sido suficiente. Era hora de la venganza.
Aunque carecía de la actitud y el poder suficientes para combatir a sus matones, Tristán cuenta con una gran inteligencia, la cual explotó al máximo para desenmascarar a aquellos que habían esparcido el rumor, descubriendo poco después del suicidio de su amigo, que fueron los mismos chicos que se han metido con él desde el momento en que llegó a ese colegio, hace tan solo un par de meses.
Pero, la pregunta que rondaba su mente era ¿qué debía hacer para deshacerse de ellos? Contrario a la sociedad de la primera mitad del Siglo XXI, en el mundo dominado por la magia, no se tiende a castigar a los matones, ya que se los considera un mal necesario para purgar a la especie de elementos débiles, inseguros e incapaces de sobrevivir en un mundo cruel y lleno de peligros que no tiene piedad con los pusilánimes de mente frágil. Y para infortunio de Tristán, él carecía del poder para eliminarlos por sí mismo y no tenía aliados lo bastante fuertes como para que le ayudasen.
La respuesta vino a través de una exhaustiva investigación en la ultrared, el nombre moderno de la antigua internet, en donde Tristán consiguió conocer de la existencia de un ser que, por un precio, haría el trabajo sucio por él.
Su nombre era…Rubywalker.
Sus orígenes son confusos: si bien muchos creen que se trata de una leyenda urbana, los que creen en su existencia aseguran que es un ángel caído; otros dicen que es un ser sobrenatural que surgió con el boom mágico del 2050; y hasta existen versiones de que en realidad, es solo un asesino a sueldo con poderes mágicos, que trata de ganar fama como leyenda urbana, emulando a los creepypastas de antaño. No obstante, a Tristán solo le intrigaba una cosa: los requerimientos para invocarlo.
Resulta que Rubywalker no es exigente: Su invocación puede realizarse en un espacio abierto o cerrado a cualquier hora del día; se debe pintar su símbolo —una estrella de cuatro puntas con un ojo pintado en el centro y las letras latinas N, E, S, W, dentro de las puntas y ordenadas según las manecillas del reloj— con sangre y; debe traérsele una persona viva como sacrificio. Hecho esto, se debe pronunciar su nombre tres veces en voz alta y el proceso estará completo.
Tristán razona que no puede realizar el ritual en su casa, ni mucho menos de día, ya que esto llamaría la atención de sus padres, por lo que tarde en la noche se desplaza hacia un edificio abandonado en su barrio y, ya que le causa pánico entrar allí solo, convida a un amigo para que le acompañe, a quien instruye que traiga una cubeta de sangre de vaca, que sería utilizada para armar el círculo de invocación.
Todas las piezas estaban listas. El problema era, que no había sacrificio para invocar a Rubywalker.
Para solucionar este problema, Tristán resolvió ir en contra de sus principios y por medio de su magia, amordazó a su amigo y lo colocó en el centro del símbolo mágico. Era el momento de iniciar el ritual.
—Rubywalker. —pronunció Tristán con algo de duda. Las cadenas mágicas alrededor de su amigo pasan de ser casi translúcidas con un tono verdoso, a un intenso color escarlata, apresándolo con firmeza contra el piso.
—¡Rubywalker! —dijo Tristán, esta vez con un tono más firme. Se siente mal por tener que sacrificar a su amigo en aras de su venganza personal, pero está consciente que llegado a éste punto, ya no hay marcha atrás.
Su amigo le suplica que no acabe con el ritual. Su sufrimiento es tan palpable que toca las fibras más sensibles de la consciencia de Tristán. ¿En serio vale la pena sacrificar a su amigo para cumplir esta vendetta? ¿De verdad vale la pena matar a un inocente, para hacer pagar a aquellos que lo han contrariado?
Definitivamente.
—¡RUBYWALKER!
El símbolo mágico brilla con una luz escarlata, tan intensa, que hace que Tristán aparte la mirada. Una pesada presencia se apodera del lugar y su poder es tan abrumador, que lo pone de rodillas y lo hace vomitar de forma incontrolable. Toda la casa es inundada por la luz escarlata y Tristán pierde el conocimiento.
Sin saber cuánto tiempo ha pasado, Tristán despierta en un charco de su propio vómito. Debilitado, pero ileso, él se levanta con dificultad para presenciar el fruto de sus actos.
Rubywalker ha sido invocado. O eso es lo que él cree…
—¿Pascal? ¿Eres tú? —pregunta Tristán al ver a su amigo flotando ominosamente, sobre el símbolo aun brillante del ser que ha llamado ante él.
—Jajaja, mi querido Tristán, Pascal ha abandonado el edificio. Este cuerpo ahora le pertenece a Rubywalker. —responde el ser, con una versión metálica de la voz del muchacho y una expresión risueña pero siniestra.
Ciertamente, aunque en su mayor parte, la apariencia de Pascal sigue igual, se aprecia que sus ojos ahora tienen un intenso brillo escarlata y en su frente, ahora lleva tatuado el símbolo de Rubywalker.
—¿Cómo sabes mi nombre? —interpela Tristán, intrigado por como el ser conoce esa información.
—Eso no es importante ahora. Más bien dime muchacho ¿qué quieres que haga por ti?
Aun tembloroso por el hecho de que Rubywalker hable a través de su amigo, además de estar precisamente interactuando con un ser, del que hasta ese instante dudaba de su existencia, Tristán, invocando un poco de compostura, replica —Quiero que elimines a unos chicos que me han estado haciendo la vida imposible desde que me mudé a Santo Domingo, y encima de eso, hicieron que mi mejor amigo se suicidara.
El ser deja de levitar y con una expresión más seria, demanda —Dame sus nombres.
Dejando escapar toda la rabia contenida por el abuso soportado durante largo tiempo, Tristán revela los nombres de sus cinco abusadores y lleno de rabia, declara —Ellos son: Armando Sosa, Marc Tejeda, Cintia Aquino, Lucio Morel y Julián Gil. No me importa como los mates, solo quiero una cosa: que los hagas sufrir. ¡Quiero que sufran tanto, que lleguen a desear la muerte, solo para escapar de su tortura!
Rubywalker sonríe con malicia y explica —Será sencillo. Todos morirán antes de que acabe la semana. —para de ésta forma desaparecer y nunca más ser visto.
Al día siguiente —un lunes—, tal y como el ente prometió, las noticias de los espectaculares y macabros decesos de sus abusadores se esparcieron como la pólvora, estremeciendo a toda Santo Domingo: ese mismo día, Armando Sosa fue encontrado descuartizado en medio de la Avenida George Washington; el martes, el cadáver de Marc Tejera fue dejado en la puerta de su casa, con claros signos de tortura; el miércoles, Cintia Aquino se hallaba clavada inerte en un asta metálica, plantada en la Plaza España; el jueves, la cabeza de Lucio Morel fue hallada colgando de la puerta principal del colegio; y el viernes, Julián Gil fue apuñaleado veinte veces en la salida de clases, por una niña que nunca fue identificada.
Con cada asesinato, Tristán era inundado por una catarsis incontenible. Sus abusadores caían uno tras otro, indefensos ante el misterioso poder de Rubywalker. Sentir en sus manos la capacidad de hacer cumplir su voluntad, era una sensación placentera que no tenía comparación con nada que hubiese experimentado antes.
Sin embargo, los días pasaron y la victoria de Tristán se sentía cada vez más vacía. Si bien nunca más fue víctima del matoneo de sus compañeros, las muertes de sus abusadores se mantendrán para siempre en la consciencia del joven, torturándolo sicológicamente durante toda su existencia.
Si tan solo se hubiera encargado del asunto personalmente, cultivando sus poderes, haciéndose más fuerte y confrontando a sus abusadores, seguramente, su victoria se hubiera sentido más limpia, ahorrándose el daño sicológico que le provocó el haber desatado al monstruo de Rubywalker tras las cabezas de sus enemigos y lo más importante, el haber sido responsable de la muerte de un inocente, todo para saciar sus ansias desmedidas de venganza.
Símbolo de Rubywalker

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