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Año 2049.
Mediodía.
En el fondo
del río Magdalena, Xitlali reflexiona sobre el porqué, a pesar de ser
considerada por el propio Protogion, como una candidata viable a ser Jinete de
la Guerra, está perdiendo la batalla contra un enemigo que ni siquiera debería
tener magia:
—A ver,
Misael fue criado para ser un político de renombre, no para ser hechicero. ¿Por
qué ahora tiene poderes mágicos?
Ella recuerda
que todos en la Casa Velásquez son criados desde pequeños para cumplir una función,
ya sea en la manutención del dominio de Axtreion sobre América Central, ya sea
como miembros de la élite gobernante de la región, o como sus ejecutores.
Mientras ella fue seleccionada por sus padres para pelear, Misael fue criado
para ser parte de la clase política de Nicaragua. Estos roles son inamovibles y
es inadmisible cambiarlos; solo Axtreion tiene el poder de cambiar el destino
de uno de sus descendientes y, considerando el hecho de que ella asesinó a los
Velásquez más importantes en Cancún, el nephila debió considerar que Misael le
era más útil como sicario que como político.
»Ahora bien,
¿cómo obtuvo sus poderes? ¿Y desde cuando él tiene ese instinto asesino? Si mal
no recuerdo, ese chavalo les tenía miedo a los ratones.
Ella analiza
las palabras de Misael y recuerda que dijo que Axtreion había hecho
modificaciones en él; del mismo modo que la convirtió a ella en su asesina
cibernética, con la diferencia de que no lo transformó en una máquina sin
emociones, sino en el vengador de la casa Velásquez.
Pero aún hay
más dudas que resolver:
»¿Qué
estrategia voy a usar para vencerlo?
Ciertamente,
Misael ha demostrado ser un hechicero muy poderoso. Su magia basada en la
Fuerza Nuclear Fuerte es capaz de desintegrar todo lo que tiene en su arsenal,
aunque ha demostrado que esta puede ser contrarrestada. Aun así, no es
suficiente para vencerlo. Debe usar otra estrategia. Pero ¿cuál?
»Un momento…
Xitlali
recuerda que aún posee el báculo que recibió de El Barón y, si sus cálculos son
correctos, debe tener suficientes zombis para contrarrestar a Misael y a
cualquier miliciano que se una a la batalla. Pero debe usarlos sabiamente, o su
enemigo los destruirá y con ellos, su última posibilidad de ganar la batalla.
Además, ella tiene algo que su enemigo no posee: experiencia en batalla.
»Ya se cómo
voy a ganar. Segunda ronda.
La
nicaragüense invoca a su báculo, acumula mitegia en su cuerpo y se impulsa por
los aires hasta ubicarse en el espacio aéreo de Mompox, desde donde puede
apreciar como Misael ha empezado a ayudar a las milicias de la Legión de Amen a diezmar a su horda zombi. Si no interviene rápido, perderá todas sus tropas y
tendrá que marchar sola hasta Cartagena.
En vez de
lanzarse hacia su enemigo, Xitlali se mantiene a más de cien metros de altura
y, aprovechando la gran humedad del ambiente, además de usar su báculo como
ayuda, acumula cantidades astronómicas de agua sobre su cabeza hasta formar una
esfera líquida de diez metros de diámetro. Con un movimiento de su báculo,
docenas de lanzas de agua surgen de la esfera, masacrando a los milicianos y
paramilitares al ensartarlos mortalmente, como si recibieran una lluvia de
lanzas, lanzadas a tal velocidad que ninguno tiene siquiera tiempo de
reaccionar para salvar su vida.
Misael, al
ser un cíborg con sentidos mejorados, logra lo que sus camaradas no, creando un
aura explosiva que lo protege de una docena de lanzas líquidas que seguramente
habrían acabado con su vida. Mira hacia arriba y observa a su enemiga
ensañándose contra los milicianos, hasta que se da cuenta que él ha posado su
mirada en ella.
Los
nicaragüenses cruzan miradas asesinas. Si el vínculo de sangre que los unía ya
era débil, ahora definitivamente ha desaparecido. Misael Velásquez y Xitlali
J-30 son enemigos acérrimos que se odian a muerte. Y no descansarán hasta que
uno de los dos muera en este día.
El cruce de
miradas sirvió para que Xitlali ordenase disimuladamente a sus zombis a que
atacasen a Misael. Ya que algunos de ellos están armados con rifles de asalto
arrebatados a los milicianos, estos le lanzan fuertes ráfagas de rayos láser,
acribillando al cíborg que, a pesar de todo el castigo recibido, sonríe
alocadamente:
—¡Mueran de
una vez!
Misael
acumula grandes cantidades de mitegia rojo en sus manos y se abalanzarse contra
los tiradores, destruyéndolos uno a uno, sin importarle los sucesivos disparos
que recibe, hasta que los doce zombis han quedado destruidos por sus puños
explosivos.
Ahora está
furioso:
Cuando estaba
listo para lanzarse sobre Xitlali, más zombis se acumularon alrededor de Misael,
quien ya se halla maltrecho por los disparos de hace unos instantes y, al ser
atacado por los muertos vivientes, es obligado a entrar en combate contra
ellos.
Él queda
sorprendido al ver que, a diferencia de la horda anterior, estos ahora exhiben
un mejor dominio del combate cuerpo a cuerpo. Al ver sus uniformes, se da
cuenta que estos muertos vivientes son los milicianos de la Legión de Amen y
los paramilitares que fueron asesinados por las lanzas líquidas de Xitlali y
ella revivió para que lucharan a su lado, lo cual desconcierta a Misael, ya que
no sabía que ella podía usar nigromancia, pero mientras se le hace cada vez más
difícil luchar contra los zombis y su magia se hace más débil, nota un detalle:
—¡Es un Báculo
de Nigromante! Cada persona que mate con un hechizo invocado con esa cosa
regresará a la vida como un muerto viviente controlado por ella. Maldita sea,
quién iba a pensar que tendría tan mala suerte.
Los Báculos
de Nigromantes son armas mágicas usadas principalmente por unidades de fuerzas
especiales del ejército brasileño, que tienen la particularidad de que dejan un
poco de mitegia en los cadáveres de las víctimas de los hechizos invocados con
éste. Por ello, a pesar de que Xitlali no tiene entrenamiento formal con la
nigromancia, puede regresar a sus víctimas de la muerte y hacerlos pelear a su
lado.
La
nicaragüense percibe que los movimientos de su enemigo son cada vez más lentos
y débiles. Sus explosiones apenas cubren unos pocos centímetros y solo sirven
para alejar a los zombis más cercanos, mientras que los que no son alcanzados
por la onda expansiva castigan sin piedad a Misael, quien después de lanzar una
patada lateral a un zombi y hacerlo estallar en mil pedazos, recibe una lanza líquida
directo a su corazón.
—Te tengo
—dice Xitali mientras sonríe con malicia.
Tras ordenar
a sus zombis que se alejen a toda prisa de Misael, totalmente inmovilizado por
la lanza y los ataques de los muertos vivientes que dañaron sus sistemas, desata
una descarga eléctrica descomunal, desde la esfera hasta la lanza y,
finalmente, hasta él, quien es castigado por corrientes de más de un millón de
voltios:
—¡AAAGH!
Las colosales
descargas, tan fuertes que todo Mompox cree que está cayendo una tormenta
eléctrica, desgarran y queman los músculos artificiales de Misael. Sus huesos
metálicos empiezan a fundirse por la electricidad que recorre su cuerpo. Él
intenta acumular mitegia para contrarrestar la magia de su enemiga, pero esto
solo acelera su final:
—El poder de
Kasau’kar no te salvará esta vez, hermano. Gracias a mi lanza líquida, mis
rayos recorren tus entrañas, por lo que entre más energía acumules, más se
fortalecen.
Mientras
Xitlali explica, su enemigo convulsiona incontrolablemente, al tiempo que sus gritos
se distorsionan cada vez más con estática. Del cuerpo de Misael empiezan a
salir llamas hasta que empieza a hincharse:
»Que El
Cuarteto devore tu alma.
Esas fueron
las últimas palabras que escuchó Misael Velásquez, antes de que su cuerpo estallase
cual bomba humana, creando una onda expansiva que se extendió por 150 metros de
diámetro. Afortunadamente para Xitlali y sus zombis, estaban lo bastante lejos
como para no ser alcanzados por la explosión.
Con la
amenaza neutralizada, ella se posa en un edificio y contempla que su horda
zombi ha quedado diezmada, pero los paramilitares continúan peleando y, buena
parte de los habitantes de Mompox ya debió haber evacuado la ciudad.
Ella agarra
con firmeza su báculo y, decidida a acabar con los defensores de la ciudad, les
ordena:
»Mátenlos a
todos. Todo lo que se mueva, es un enemigo.
Recibida la
orden y como si se solidarizaran con la voluntad de su ama, los zombis empiezan
a atacar con tenacidad inusitada a las unidades de la Legión de Amen y los
paramilitares que aún quedan apostados en Mompox, situación que aterra a
algunas unidades, las cuales empiezan a romper filas, presas del pánico que les
genera ver una horda de muertos vivientes con hambre de carne humana.
Si ellos
claman por piedad, sus peticiones serán desoídas. En el corazón artificial de
Xitlali, no hay espacio para la piedad, en especial si se trata de los vasallos
del Imperio de la Atlántida.
_________________________________________
En ese
instante, en las selvas de la Federación Amazónica.
Luego de
destruir el campamento paramilitar, interrogar y asesinar a los sobrevivientes,
Sebastião y Xäphía discuten cual sería la mejor forma de ingresar a la
fortaleza del general Istvan Halász, el escurridizo agente atlante que se ha
convertido en un auténtico dolor de cabeza para la Orden del Libro Verdadero.
—Muy bien
muchacho, ¿se te ocurre una idea de cómo entrar a Puerto Figuereido? —pregunta
Xäphía, mientras devora gustosa la pierna de un hombre, sentada sobre un trono
de ámbar creado con su magia.
—Sencillo: lo
haremos por la puerta principal. —responde Sebastião, quien se halla de pie,
justo a la derecha de su maestra.
La propuesta
le resulta inadmisible a Xäphía:
—¡Acaso estás
loco! Aunque seamos fuertes, no sabemos realmente qué tipo de personas hay
allá. Además, ¿A dónde quedó todo eso de la prudencia y el sigilo?
Sin decir
nada, Sebastião gradualmente va cambiando la forma de su rostro, hasta tomar la
forma del paramilitar que su maestra había devorado, lo cual la impactó tanto
que suelta un corto pero sonoro grito:
—¡¿Pero qué
demonios hiciste?!
Mientras el
brasileño regresa gradualmente a su forma original, explica:
—Esta, es una
de las muchas habilidades de mi padre: aníeri exapátisi[1].
Crea ilusiones muy poderosas que engañan al espectador, por medio de la
alteración de la temperatura en un área determinada. Con este hechizo, mi padre
puede engañar hasta los sensores más sensibles.
—Impresionante.
No esperaba menos de un nephila —Xäphía hace una pausa para terminar de
comerse la pierna humana y tirar los huesos—. En todo caso, me convenciste
muchacho. Ahora solo debemos conseguir un transporte. Solo espero que no los
hayas destruido todos.
Antes de que
empezaran a buscar, ambos sienten una presencia sospechosa que los pone en
estado de alerta:
—Maestra,
¿sintió eso?
Xäphía de
inmediato se levanta de su trono de ámbar y replica:
—Completamente,
muchacho.
No tuvieron
que empezar a buscar para encontrar el origen de la presencia: dos personas
bajaron de los aires. Ambos son chicos de tez clara y ojos dorados —que los delatan
como cíborgs—, con no más de veinte años, vestidos de negro y, aunque tienen un
evidente parecido físico, sus marcas de mitegia —el de la izquierda tiene pelo
blanco; el de la derecha lo tiene negro— y vestimentas —el de la izquierda
viste de traje; el de la derecha usa prendas más informales— hace más sencillo
distinguir quién es quién.
—Así que vos
sos el famoso Sebastião Heigui de Eta. No sabía que ahora tenías niñera.
—menciona el joven de traje con una sonrisa burlona.
El comentario
despectivo hizo enojar a Xäphía, pero su pupilo, visiblemente molesto, cubre de
llamas sus manos y reacciona antes:
—¡¿Quién te
crees para hablarle así a mi maestra?!
Una reacción
respondida con sorna:
—Jajaja, sos
un volcán en ebullición. Típico de aquellos que están en contravía de los
caminos del Señor —replica el joven vestido formalmente en tono insultante.
—Perdonen a
mi hermano, puede llegar a ser muy brusco —el joven de prendas informales
regaña a su acompañante—. Permítanme presentarnos: yo soy Rubén Velásquez y
este es mi hermano gemelo, Darío.
Rubén
Velásquez es un joven de 19 años oriundo de Nicaragua. Aunque puede dar la
impresión de ser un joven rebelde, imagen reforzada por su pelo blanco
desgarbado y su vestimenta, compuesta por una gruesa chaqueta abierta, con una
larga camisa que cubre la correa de su cintura, así como pantalones ajustados y
botas de campaña, la cruz amenista empastada en su camisa con la frase «Busca
los caminos del Señor», con el emblema atlante empastado en el hombro derecho
de su chaqueta, lo revelan como un devoto amenista y fiel
creyente de la divinidad del Emperador de los Atlantes. Además, contrario a lo
que su apariencia indica, es una persona muy respetuosa, incluso con sus
enemigos.
—Nuestro amo,
Axtreion de Iota Polemistís, nos ordenó cazarte a vos, Sebastião Heigui, y hacer
el trabajo que la traidora de nuestra prima no hizo: matarte. Y ya que tu
niñera, digo, maestra, se interpone en nuestro camino, la mataremos también
—declara Darío Velásquez, con un verbo cargado de arrogancia.
Hermano
gemelo de Rubén Velásquez, Darío es su polo opuesto en todos los sentidos: rudo
y maleducado, su elegante vestimenta, compuesta por una chaqueta que llega
hasta sus rodillas, camisa abotonada y pantalones ajustados, calza con
mocasines ataviados con pequeñas cadenas decorativas, una vestimenta que sirve
para restregar a propios y extraños, su estatus como miembro de la familia más
rica y poderosa de Centroamérica.
Una familia
que tiene a Xitlali como su miembro más despreciada.
Escuchar las
demandas de los gemelos Velásquez, causa en Sebastião y Xäphía un ataque
combinado de risa tan incontenible, que ambos terminan abrazándose para evitar
caerse y revolcarse por las incontenibles carcajadas.
Rubén y Darío
se dan cuenta de que sus presas no los están tomando en serio, así que, sin
previo aviso, comienzan el ataque, juntan sus manos y lanzan un ataque
combinado, compuesto por un rayo en espiral con un brillo verdoso.
Cuando Sebastião
y Xäphía notan el ataque, esta última crea un muro de ámbar que bloquea
fácilmente el hechizo.
Los nicaragüenses,
desplazándose a una velocidad tal que simulan una teletransportación, llegan a
espaldas de sus presas. De sus antebrazos, surgen cuchillas de 60 centímetros
de largo, listos a cortar en pedazos a sus presas, pero ambos son bloqueados
por Sebastião usando la espada de Protogion, para total desconcierto de sus
atacantes, quienes de inmediato desaparecen de la vista.
—Jum, son
rápidos —menciona el brasileño, apenas impresionado por el despliegue de
velocidad de los nicaragüenses.
—Concéntrate
muchacho —Xäphía rebota el argumento—. Estos dos no son como el novato que
Axtreion envió a matar a Xitlali.
En ese
instante, ella se ve obligada a bloquear un ataque doble de las cuchillas de Rubén
y Darío, quienes aparecieron a ambos lados de ella, buscando decapitarla y
salvándose solo porque cubrió de ámbar sus antebrazos, los cuales sirvieron de
escudos.
Darío —quien
está a la izquierda de Xäphía— intenta descabezarla, pero ella reacciona más
rápido y le lanza una patada lateral, directamente a su cara, haciéndolo volar
varios metros hasta que se estrella contra un vehículo blindado.
Molesto,
Rubén desaparece de la vista hasta alejarse considerablemente de su enemiga,
carga grandes cantidades de mitegia verde en sus cuchillas, creando dos ondas
mágicas de tres metros de largo.
Sin
impresionarse por el despliegue de poder mágico, Xäphía pone sus brazos en
equis, acumula mitegia en su cuerpo y, al abrir sus brazos, lo desata. La
descarga de mitegia es tan poderosa que deshace las ondas mágicas del cíborg.
Moviéndose a
la velocidad del relámpago, Rubén, aprovechando que Xäphía quedó vulnerable al
dejar sus brazos extendidos, reaparece justo enfrente de ella, listo a clavar
sus cuchillas en su pecho. Pero cuando estaba a punto de ensartarla, ella crea
un casco de ámbar casi de inmediato y le lanza un violento cabezazo que lo aturde,
momento que ella aprovecha para dar un pisotón y hacer surgir docenas de
estacas de ámbar de las entrañas de la tierra.
Sintiendo su
final, Rubén reacciona y logra, por medio de una descarga de mitegia,
impulsarse hacia atrás, salvándose de morir por milímetros. Hecho esto,
reaparece a espaldas de Xäphía, quien lo recibe con una patada de mula, de la
cual él se defiende, poniendo sus brazos en posición de equis, siendo lanzado
varios metros hacia atrás por la fuerza de la patada. No obstante, logra
mantenerse de pie.
Mientras Sebastião
se distrae viendo como su maestra y Rubén se enfrascan en un frenético combate
cuerpo a cuerpo, Darío se reincorpora y le lanza un gran rayo de mitegia, el
cual es contrarrestado por el vampiro con un sablazo de su espada.
Inexplicablemente,
el brasileño siente una presencia a sus espaldas y, la voz de su enemigo
sentencia su destino:
—Estás
muerto.
Darío usó su
ataque como distracción, se movió a gran velocidad hasta quedar a espaldas de Sebastião,
quien queda vulnerable ante las cuchillas de su enemigo.
Para su
sorpresa, el brasileño, sacando un movimiento del libreto de Xäphía, reacciona
con velocidad, lanzándole una patada de mula directo a la cara. Contrario a su
hermano, Darío la recibe de lleno y es lanzado casi diez metros hasta caer al
piso, de donde se levanta acrobáticamente tras patinar de espaldas por varios
metros más.
El vampiro
espera el momento en que su enemigo vuelva a lanzar un ataque a distancia, pero
sorprendentemente, empieza a aparecer en varios lugares a la vez, rodeando por
completo a su enemigo, quien murmura.
—Patético.
Para sorpresa
de Darío, Sebastião toma la apariencia de su hermano, lo cual hace que detenga
su ataque, revelando que el real se hallaba justo a sus espaldas.
El brasileño
de inmediato siente su presencia y con gran velocidad de manos, blande su
espada de tal forma que, sin darse vuelta, la clava en el vientre del
nicaragüense, retirándola casi de inmediato y dándose media vuelta para
propinarle un codazo en la cara, que lo lanza directo al piso.
Para
desconcierto de Darío, su cuerpo rápidamente empieza a cubrirse de llamas
blancas, tan calientes que comienzan a derretir sus implantes cibernéticos.
Mientras escucha sus gritos de agonía y contempla como él se revuelca en el
suelo y se derrite, cual estatua de cera puesta al fuego, Sebastião, sin
mirarlo, aprovecha para dedicarle unas palabras finales:
—Tu prima no
chilló como bebé cuando le hice lo mismo que a ti. Ella, se ganó mis respetos; pero
tú, solo eres un insecto.
Luego de
pronunciadas estas palabras, el vampiro se acomoda en el trono de ámbar dejado
por su maestra, para así seguir viendo el combate de ella con el cíborg
restante quien, al sentir la muerte de su hermano, se llena de ira y se cubre
de un aura negra, lo cual la llena de sorpresa:
—¿Magia de la
Creación? Eso es nuevo.
Ráfagas de
viento se forman alrededor de Rubén quien, parece haber despertado un poder que
estuvo oculto en él por mucho tiempo y recientemente ha despertado.
»¡Ahora sí me
has sorprendido! —espeta Xäphía entre risas—. Ustedes dos hicieron un Pacto
Místico, en el cual, si uno de los dos moría, absorbería los poderes del otro,
para así vengar su muerte. ¿Estoy en lo cierto?
Un Pacto
Místico es un tipo de magia, inventada en la actual Irlanda, en la que dos o
más personas establecen un contrato, con los Dioses Brujos como intermediarios,
en el que se establecen unas condiciones para su cumplimiento, y solo pueden
romperse cuando ambas partes así lo acuerdan. Xäphía identifica el pacto hecho
entre los hermanos Velásquez, como la razón del súbito aumento de poder de
Rubén Velásquez.
—¡Así es,
monstruo! —exclama furioso Rubén— y debido al pacto que hicimos en su día ¡Vengaré
su muerte!
Ella sonríe:
—Bien,
mocoso. Veamos qué tanto poder has ganado.
Rubén realiza
un grito de guerra y dirige un tornado contra su enemiga, obligándola a
esquivarlo, volando a toda velocidad hacia su derecha.
El
embravecido cíborg continúa lanzando tornados fortalecidos con mitegia negro,
que les hacen ver cual esmog surcado por luces antinaturales, un aspecto
extraño, fascinante y letal.
Los tornados
negros giran a unos impresionantes ochocientos kilómetros por hora,
otorgándoles un poder destructivo impresionante que, sin embargo, ha sido
insuficiente para matar a Xäphía, por cuanto ella ha logrado esquivar todos y
cada uno de ellos.
Resulta que
conforme ella esquiva los tornados, Rubén la ha estado encerrando gradualmente
en una trampa de la cual no podrá escapar. Cuando ella finalmente se da cuenta,
nota que ha sido rodeada por tornados negros que llegan a elevarse más allá de
las nubes.
El cíborg ríe
extasiado, intoxicado por la euforia que le provoca obtener semejante poder,
extiende sus brazos dramáticamente y, con toda la pompa de los fanáticos
religiosos, declara:
—¡Soy el
Martillo de Dios! ¡Soy instrumento de Su voluntad! ¡Los impuros, pecadores y
monstruos serán exterminados de la faz de la Tierra!
Conforme
Rubén cierra sus brazos, los tornados conjurados por él hacen lo mismo
acercándose peligrosamente hacia una atrapada Xäphía, quien mira hacia todas
direcciones, buscando una salida que no existe, por lo que, resignada a su
suerte, declara:
—Me atrapaste.
Sebastião
contempla tranquilamente toda la escena, como si la suerte de su maestra no le
importara en lo más mínimo.
Los tornados
se cierran, formando una columna de viento de proporciones descomunales, de
casi cien metros de ancho que, bajo la orden de su conjurador, desaparece en
cuestión de segundos. No obstante, nada lo prepararía para lo que vería:
—¡NO! ¡No es
posible!
Rubén
descarga su frustración al ver una crisálida flotante de ámbar, la cual se
resquebraja en segundos, revelando que Xäphía se halla totalmente ilesa:
—No te
frustres, mocoso. En verdad me impresionaste con ese despliegue de poder. Ahora
entiendo por qué los mandaron a ambos a que mataran a Sebastião. Pero,
cometieron un error garrafal.
Ella empieza
a acumular una cantidad abrumadora de mitegia dorado, tanto como para
distorsionar la interfaz visual de su enemigo, quien ha quedado paralizado del
pánico, y totalmente desconcertado por la magnitud del poder que Xäphía ha
desatado.
»Su error,
fue el haberme subestimado.
El flujo de
mitegia cesa y miles de flechas de ámbar flotan a su alrededor, las cuales
lanza hacia Rubén, quien está tan asustado y alucinado, que ni siquiera hace
esfuerzo alguno para salvarse, siendo ensartado en todas direcciones, muriendo
al instante.
Xäphía baja
al suelo para encontrarse con Sebastião, quien la recibe con cara de pocos
amigos:
—¿Y a ti que
te pasa? —pregunta la maestra del brasileño.
—Estabas
jugando con ese imbécil. Estás al nivel de mis padres o El Barón. Tú debiste
ser la Jinete de la Guerra, no yo —replica Sebastião, reconociendo que, a pesar
de su inmenso poder y potencial, su poder sigue siendo inferior al de ella.
El brasileño notó
que a pesar de que el cíborg usó Magia de la Creación, no pudo resquebrajar la
crisálida de ámbar de su maestra. Xäphía Niösänhi es tan poderosa, que
contrarrestó una Magia Cósmica con un hechizo normal, algo que solo es posible
si el hechicero en cuestión es absurdamente poderoso. Y esto lo molesta a él,
ya que la Orden del Libro Verdadero está siendo terriblemente injusta con su
maestra.
Xäphía crea
otro trono de ámbar, para así quedar de frente a su pupilo y de esta forma,
estar cómoda para responder una pregunta que a ella le resulta muy incómoda:
—Ser
desterrada de toda posición de liderazgo, es el castigo que La Princesa me
impuso cuando ella se convirtió en gran maestre de la Orden del Libro
Verdadero.
La revelación
deja pasmado a Sebastião, quien aún más molesto, pero sin alzar la voz,
pregunta:
—¿Desterrada?
¿Por qué esa maldita bruja le hizo eso?
Xäphía sonríe
con timidez y niega con la cabeza, dando a entender que no debe descargar su
ira con La Princesa, la culpa de su caída en desgracia es de alguien más:
—Verás mi
estimado pupilo, yo soy la fundadora y primera gran maestre de la Orden del
Libro Verdadero.
—¿Usted fundó
la orden? ¿Y por qué La Princesa la derrocó? —interroga Sebastião, mientras la
señala, visiblemente sorprendido.
—Porque
cuando la Orden del Libro Verdadero alcanzó la cúspide de su poder, yo dilapidé
sus recursos en una guerra abierta contra la Atlántida, en vez de centrar
nuestros recursos en encontrar los fragmentos del alma de Ximéria.
—No entiendo.
—Cuando unos nacionalistas
eslavos matan al heredero al trono de Austria-Hungría en Sarajevo y se refugian
en Francia, yo ordené que las Potencias Centrales destruyeran ese país para
provocar a la Atlántida y destruirlos de una vez por todas.
El archiduque
de Austria-Hungría, Fernando de Habsburgo, fue asesinado en 1914 por Unificación
o Muerte, un grupo nacionalista que buscaba la unificación de los pueblos
eslavos de los Balcanes en un solo gran país: Yugoslavia.
Aunque eran
independientes, Xäphía los acusó falsamente de ser agentes atlantes, solo
porque se refugiaron en Francia, un país con un gobierno afín a la Atlántida.
Una decisión fatal que hoy en día aún se arrepiente de haber tomado.
—¿Una guerra
abierta contra la Atlántida? Ahora entiendo porqué siempre me insiste en que no
actúe sin pensar.
Xäphía suelta
una carcajada:
—Así es,
muchacho. En esa época éramos mucho más poderosos que ahora. No solo
controlábamos a Alemania, Austria-Hungría y a un Sultanato de Egipto[2] que había ocupado al decadente Imperio Otomano,
también teníamos muchos estados vasallos por todo el mundo. Yo incluso había
logrado coronarme como la shahbanu[3]
de Persia en 1890.
—¿Usted fue
reina? —el vampiro observa a su maestra y le cuesta creer que esta mujer, con
aire de intelectual aventurera, haya sido alguna vez gobernante de su propio
reino.
—Mi título
equivalía al de una emperatriz, pero sí. Tomé el control de lo que hoy llaman
Irán por mi cuenta, usando solo mi magia. Cuando me coroné a mí misma, muchos enemigos del Clan de la Atlántida se sintieron inspirados por mi
despliegue de poder, lo que me permitió reclutarlos para la Orden del Libro
Verdadero. —explica Xäphía, rememorando su acto con una mezcla de nostalgia y
vergüenza.
—Impresionante
—Sebastião no parece leer los sentimientos de su maestra—. Me imagino que La
Princesa y El Barón le recriminaron por ello.
—Si, lo hicieron
—ella replica con una sonrisa tímida—. Pero tuvimos la fortuna de que la
Atlántida no reaccionó ante esta demostración de fuerza. Eso nos envalentonó a
seguir presionándolos, hasta que le declaramos la guerra a Francia en 1914.
—¿Por qué esa
vez si reaccionaron?
—Resulta que
el Emperador de los Atlantes consideró que ya nos habíamos convertido en una amenaza demasiado grande, por lo que decidió tomar cartas en el asunto él mismo.
—Maestra ¿me
está contando que pudieron atacar en cualquier momento?
—Si,
muchacho. Ese bastardo se tomó su tiempo para actuar, hasta hacernos creer que
éramos invencibles y que podíamos ganar en una guerra abierta. Cuando estábamos
en la cúspide de nuestro poder, desata todo el poder del Clan de la
Atlántida sobre nosotros. Fue ahí cuando descubrimos que ninguno de nosotros
era lo bastante poderoso como para siquiera herir al Emperador. Solo pudimos
resistir cuatro años antes de que él y sus ejércitos, nos aniquilaran.
El tono
sombrío de Xäphía aterra a Sebastião. Ha escuchado de primera mano el terrible
poder que el Emperador de los Atlantes posee en sus manos. Entiende que si decide actuar por sí mismo, las posibilidades de victoria para la Orden del Libro Verdadero, corren el riesgo de reducirse a cero.
No obstante,
él sabe que aún hay una oportunidad de ganarle a un enemigo que parece
invencible:
—¿Y qué hay
del plan de La Princesa de obtener los fragmentos del alma de Ximéria y el
ritual de fin de año?
—La
ignorancia del Emperador sobre nuestro plan es lo único que nos ha salvado de
ser destruidos.
—¿Cómo saben
que él no sabe nada?
—Porque si
supiera algo, habría venido a matarnos a todos él mismo, tal y como hizo en la
Primera Guerra Mundial. La prudencia, mi querido aprendiz, es la única ventaja
que tenemos contra la Atlántida.
Sebastião
reflexiona sobre las palabras de su maestra y, entiende de mejor manera su
insistencia en que aprenda a ser más prudente. Ella no quiere que él cometa sus
mismos errores, los mismos que bajo su liderazgo, llevaron a la Orden del Libro
Verdadero al borde de su destrucción total.
_________________________________________
Tucupita,
Federación Amazónica, a la misma hora.
Luego de que
la batalla entre los paramilitares de Istvan Halász y el ejército amazónico,
contra las milicias de la Orden del Libro Verdadero llegase a su punto más
álgido, los combatientes más poderosos de ambos bandos, el lilim dragón
bicéfalo de quince metros de alto y con rasgos angelicales, contra el trío de
hechiceros prodigios, se han enfrascado en un combate aparte, mucho más
violento que los demás que se desarrollan en esta batalla.
—Ave del
Averno: Phenex.
Desde una
gran altura, Dalila se cubre de un aura de fuego y se lanza en picado contra el
lilim, que ya es castigado por potentes rayos de luz lanzados por Lucia desde
todas direcciones, así como lluvias de estacas de hielo lanzadas por André.
Pero a medio
camino, la vampiresa cambia de estrategia:
»Phenex:
Legiones demoníacas del fénix.
Ella se
separa de su aura de fuego, la cual se subdivide en docenas de aves de fuego
mucho más pequeñas, que caen sobre Tucupita cual lluvia de meteoros. Aunque
algunas caen sobre los soldados amazónicos y los paramilitares, cubriéndolos de
furiosas e implacables llamas que los derriten en el acto, la gran mayoría caen
sobre el lilim, quien de inmediato es cubierto por las llamas, mientras grita
de agonía.
No obstante,
la batalla aún no ha terminado.
El lilim se
deshace de las llamas con una descarga de mitegia, tan fuerte que destruye
todos los edificios cercanos. Aunque carga con varias quemaduras, se halla
ileso, para frustración del trío, que antes de que su líder formule un nuevo
plan de ataque, se ven obligados a pasar a la defensiva.
—Beatus
Lucem[4].
Desde su
halo, el lilim dispara docenas de esferas de luz que se dirigen hacia todos los
enemigos cercanos. Mientras André se protege creando una gruesa muralla de
hielo, Dalila los esquiva a toda velocidad mientras suelta una carcajada
demencial, pero Lucia los recibe de lleno y cae más de diez metros hasta el
suelo.
—¡Lucia! —Dalila
grita consternada, pensando lo peor.
Pero André,
manteniendo la cabeza fría, deshace el escudo de hielo:
—Dança da
helicônia![5]
Y lo
transforma en montones de lanzas de punta aserrada, que lanza contra el lilim,
las cuales son contrarrestadas por los meteoros de luz que siguen siendo
lanzados desde su halo.
Comprendiendo
que no puede dejarse llevar por la desesperación, Dalila se lanza a ayudar a
André. Ella cruza sus brazos en forma de equis, crea docenas de bolas de fuego
en segundos.
—Meteoros
Infernales: Haures.
Los cuales
lanza a toda velocidad contra el lilim que, de alguna forma logra notarlo y
lanza más meteoros de luz contra Dalila, atacando a los vampiros al mismo
tiempo.
Entonces el
lilim abre las fauces de sus cabezas de dragón y lanza dos rayos de mitegia
blanco en dirección a André —desde su cabeza derecha— y Dalila —con su cabeza
izquierda—, que toma a los vampiros por sorpresa.
Afortunadamente,
el ataque no fue lo suficientemente rápido, dándoles a ellos el tiempo
necesario para esquivarlo y ponerse a cubierto. Sin siquiera hacer contacto
visual, André y Dalila, coincidiendo en forma de pensar, se ocultan en el mismo
edificio, ubicado a cien metros al oeste, cerca de donde cayó Lucia.
Al ocultarse
detrás de la edificación, quedan sorprendidos con lo que ven, siendo André
quien alza la voz:
—Por El Cuarteto,
¿qué estás haciendo, Lucia?
La humana,
quien se halla en posición de meditación, al percatarse de la presencia de sus
compañeros, abre los ojos y responde:
—El halo de ese
lilim absorbe todo el mitegia que le lancen. No importa lo poderosos que seamos,
nunca podremos ganarle. Busco la manera de controlar las plantas que hay en
este lugar, pero la maldita de Figuereido no me la ha puesto fácil.
Al igual que
muchas partes de la Federación Amazónica, lo que una vez fue la frondosa selva
que dio nombre al país, ha sido talada en un 20% en el poco más del millón de kilómetros cuadrados que componen su territorio, provocando que muchas especies se
extingan y las emisiones de dióxido de carbono se hayan triplicado en
comparación al 2019, año en que Natalia Figuereido fue elegida presidenta del
Brasil y empezó a explotar indiscriminadamente los recursos de la selva
amazónica.
—Lucia —Dalila
dice en tono recriminatorio—, no hay árboles aquí. Figuereido los taló todos.
Si no estuviéramos en la Federación Amazónica, se lo valdría, pero aquí, su
Magia Verde no tiene uso.
La selva fue
salvada de su desaparición dos años después, cuando Protogion de Eta Efevrétis
y la Orden del Libro Verdadero la derrocan, obligándola a huir al noreste del
país, donde fundó la Federación Amazónica. Aunque la selva en su conjunto ha
sido salvada, gracias a las políticas medioambientales dirigidas por el nuevo
gobierno brasileño y seguidas por sus aliados, además de la fabricación de
métodos de energía más limpios, que han ayudado a mitigar considerablemente la
tala de la selva del lado amazónico, cuyo paisaje se empieza a ver cada vez más
desolado.
Por su parte,
André pensaba darle la razón a Dalila, pero al ver varias raíces enterradas en el
cuerpo de Lucia, se da cuenta de que puede que haya encontrado las plantas que
necesita, solo requiere de transformarlas para que le sirvan de arma contra el
lilim, aunque duda mucho que pueda ser suficiente para matarlo.
Entonces, se
le ocurre una idea:
—Dalila,
necesitamos distraer a esa cosa. Lucia, cuando tus plantas estén listas,
atrápalo con todas tus fuerzas por todo el tiempo que puedas. Ya se como vamos
a ganar esta batalla.
Las chicas
asienten sin dudar. Mientras Lucia continúa su meditación, André y Dalila salen
disparados hacia los aires. El lilim los encuentra, pero es recibido por una
fuerte ráfaga de viento que va directo al rostro de su barriga, lo bastante
fuerte como para aturdirlo unos segundos.
Cuando abre
los ojos, ubicados en el rostro de su barriga, Dalila lanza dos finos rayos de fuego,
que queman sus ojos, haciéndolo gritar de rabia y agonía.
Los vampiros
se miran sus caras con preocupación al ver que el lilim hace brillar
descontroladamente su halo, momento en el que André dice:
—Merda,
ahora si lo hicimos enojar.
Justo cuando
el lilim se preparaba a destruir Tucupita con sus meteoros de luz, miles de
ramas de maleza se trepan a toda velocidad sobre éste como si fuesen los
tentáculos de un parásito hambriento de energía que brota de las entrañas de la
tierra, mientras empiezan a absorber su energía y, por ende, hacen que su halo
se haga intermitente. Es el momento que André esperaba para dar el tiro de
gracia:
—Dalila, vamos
a darle un pasaje sin escalas a este monstruo ¡directo hasta La Fuente!
La vampiresa
asiente, mientras sonríe de forma siniestra. Ambos se ubican a una distancia de
aproximadamente cien metros, se ubican espalda con espalda y, mientras ella
acumula todo el fuego que sus fuerzas le permiten, él hace lo propio con el
viento:
—Tornado
del Apocalipsis: Andras.
André y
Dalila lanzan el descomunal tornado de fuego hacia el lilim quien, cegado,
atado y con su poder atrofiado, queda indefenso ante el mortífero hechizo de
los vampiros, el cual empieza a quemar su cuerpo y lo hace gritar debido al
inescrutable dolor de que cada célula de su cuerpo sea incinerada por el poder
de la magia.
Aunque el
lilim se mantiene en su puesto gracias al fuerte agarre de sus garras y un poco
de ayuda de sus reservas mágicas, llega un momento en el que se debilita y
empieza a perder su forma.
Entonces el
tornado se disipa.
André y
Dalila se posan en tierra, siendo alcanzados por Lucia, quien los abraza
efusivamente y los felicita por seguir vivos, un gesto correspondido gratamente
por los vampiros. Aunque la batalla continúa, esta ha dejado de ser de interés
para el trío. Por ahora.
Luego de las
felicitaciones, viene la inspección del cadáver. Lo que ven, deja a los
vampiros asqueados y a la humana, tan impactada que suspira y se lleva la mano
a la boca:
—¡Es un niño!
¡¿Como estos malditos pueden hacerle esto a un niño?!
Aunque su
cuerpo chamuscado dificulta su identificación, los restos dejan claro que se
trata de un niño de menos de siete años. La sensibilidad de Lucia ha sido
impactada de forma tan fuerte, que se pone de rodillas, se cubre la cara y
empieza a llorar de la indignación, mientras que André y Dalila se arrodillan y
la cubren con sus brazos, dejándole claro que ellos siempre estarán para ella,
sin importar qué.
Los vampiros piensan quedarse allí con ella, pero al ver que la batalla sigue su curso y
están en una posición vulnerable, le piden a la humana que deben levantarse,
porque aún hay una batalla que ganar.
Lucia empieza
a secarse las lágrimas e intercambia su expresión de tristeza por una de odio
absoluto, mientras sus compañeros le ayudan a ponerse de pie para
reincorporarse a la batalla, momento en el que ella pregunta:
»¿Qué creen
que debamos hacer con los que hicieron esto?
—Hermanita —replica
Dalila—, esta, es la perversión humana en todo su esplendor. Si nos pregunta a
nosotros, solo hay una cosa que hacer.
Escuchar las
palabras de su segunda novia, hacen que André dibuje una sonrisa pérfida en su
rostro y complete la frase de la colombiana:
—La vía de
los vampiros: matarlos a todos.
La humana no
piensa demasiado su respuesta:
—Estoy de acuerdo.
Mientras el
trío se reincorpora al combate, Lucia razona que, durante todo el tiempo que ella
ha convivido con André y Dalila, ha sido testigo del lado más oscuro de la
humanidad y, tras luchar junto a los Heigui batalla tras batalla, ha
empezado a pensar cada vez más como vampiro y, a dudar si realmente debería
considerarse miembro de una especie humana, cada vez más influenciada, por la
perversa mano oculta del Imperio de la Atlántida.
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[1] En
griego (ανίερη εξαπάτηση) «engaño impío».
[2] El Sultanato de Egipto para 1914, además de controlar
el propio territorio egipcio, Sudán, Túnez, y Libia, también se extendía hasta Anatolia, las costas de Arabia, el Cáucaso, los Balcanes,
Rumanía, Malta y Chipre, estando a la par de potencias como Alemania y
Reino Unido.
[3] En persa (شهبانو, «Reina de Reinas») fue el título
usado por las mujeres que reinaron sobre Persia. Xäphía fue la tercera mujer en
usarlo, la primera tras la invasión taslimita de 651 y, la que más tiempo se
mantuvo en el trono (1747-1918).
[4] En
latín «Luz Bendita».