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Marzo del año 2049.
Situada a 528 kilómetros al oeste de Bogotá
y en plena costa del Pacífico, Buenaventura es una ciudad dividida en dos
partes: las comunas continentales, ubicadas al oeste de la ciudad, y la isla de
Cascajal —de poco más de 20 kilómetros cuadrados—, al este.
Aunque son parte de la misma ciudad y
se hallan conectadas por un puente, la parte continental —donde viven tres
cuartas partes de sus habitantes—tiene la apariencia de una ciudad sencilla,
con edificios no muy altos, calles pequeñas y abarrotadas debido a la mala
planificación urbana; mientras que en la parte insular —hogar de un cuarto de
la población— es donde las huellas del progreso son mucho más evidentes, con tierras
ganadas al mar, edificios altos, calles más abiertas, un crecimiento urbano
mejor planificado, y donde se ubica la fuente de mayor riqueza de la ciudad: el
puerto marítimo.
De hecho, Buenaventura es el puerto
más transitado de Colombia, con la mitad de su tráfico comercial pasando por
esta ciudad. Esto le ha permitido a esta ciudad crecer hasta convertirse, con
sus quinientos mil habitantes, en el puerto más poblado de la Costa Pacífica,
la segunda ciudad más grande del departamento del Valle del Cauca y, la sexta
ciudad más grande del país.
A dos meses de su exitosa misión en
Puerto Carreño, la presidenta del congreso de Colombia, Harriet Drake, y su
novia uruguaya, Eclipse Lusinyan, fueron a descansar a Buenaventura, el fortín
electoral de la senadora de origen pitcairnés. Como todos los fines de semana, ellas
van a su apartamento en la isla de Cascajal, el cual cuenta con una amplia
terraza que otorga una espectacular vista hacia el malecón de la ciudad, una
zona turística y sitio de esparcimiento para los bonaverenses[1].
—Ama, sigo sorprendiéndome de cómo
han cambiado las cosas en este país desde la primera vez que llegué aquí. Buenaventura
solía ser muy violenta, pero esta mañana se me dio por vichar[2] y comprarme una nueva muda
de ropa, y no se me pararon ni las moscas —relata animadamente Eclipse, quién
está sentada en un sillón en la terraza de su apartamento.
La uruguaya se recuesta en el sillón
y abre sus brazos, para que Harriet contemple sus nuevas adquisiciones: unos
lentes de sol redondos de color violeta; una chaqueta blanca que llega hasta
sus rodillas, está hecha de una lana artificial que es más fresca de lo que
parece y, está adornada con pequeñas joyas de amatista incrustadas en esta, que
dan la impresión de que brillara; un conjunto de top y short grises; un par de
zapatos blancos de tacones cortos, con incrustaciones de amatista, que le dan
un aspecto místico a su ya exótica apariencia, al ser ella una hechicera
albina.
Harriet, quien viste con un traje verde
oliva de inspiración militar, está de pie y en frente de ella, observa gustosa
la adquisición de su novia, al tiempo que explica:
—2045. Cómo olvidar ese año, mi bella
sirviente —ella se lanza de espaldas al sillón, aterrizando justo a la derecha
de Eclipse—. Era un país mucho más violento y enojado. La gente quería derrocar
a los amenistas, pero nadie sabía cómo.
Durante los años finales del régimen
amenista, la situación de orden interno en Colombia era tan preocupante, que
el gobierno había perdido el control de varias partes del país, sumado a la
violencia política y la creciente pobreza, llevaron al pueblo a rechazarlos de
forma contundente y, a que voces a favor de un viraje más democrático e inclusivo,
se empezaran a escuchar con mucha más fuerza.
Eclipse hace un paréntesis y empieza
a frotar sensualmente el pelo lavanda de Harriet quien, tras su ataque a la
Ciudadela del Llano, ha empezado a usar el pelo corto hasta la altura de la
nuca y ha dejado de ocultar sus marcas de mitegia, por lo que la uruguaya menciona:
—Por cierto, me encantó como vos te
zafaste de ese juicio político. Saliste más limpia que vagina de monja.
Harriet ríe de forma siniestra:
—Mi vida, ya sabes cómo son las cosas
aquí en Colombia: si tienes suficiente dinero e influencias, serás intocable. Es
más, hay un dicho que nunca pasa de moda «la justicia es para los de ruana[3]».
A finales de enero, Harriet Drake fue
víctima de un juicio político llevado a cabo por miembros del partido de Lázaro
Gómez. Ellos querían acusarla de genocidio por la matanza en la Ciudadela del
Llano, en la que cayó muerto su jefe político, junto con otras ochenta personas,
así como de obstrucción a la justicia por intentar ocultar los hechos. La
revelación de que ella es una hechicera, junto a otras evidencias, hicieron
creer a la opinión pública de que ella sería condenada por la sala penal de la
Corte Suprema de Justicia, incluso proyectándose que la votación sería de seis
contra tres, lo cual dejaría a la orden sin uno de sus principales alfiles, en
un país fundamental para sus planes.
—Dejáme adivinar —Eclipse formula su
teoría— ¿Les pagaste a esos magistrados para que cambiaran su voto?
—Exactamente —Harriet confirma con
absoluto descaro—. De hecho, ellos dos ahora deben estar en las playas de
Recife con todos los gastos pagos, cortesía de la Orden del Libro Verdadero.
Sin embargo, el día de las votaciones,
a principios de marzo, el resultado fue de un sorpresivo cinco contra cuatro, a
favor de la senadora Drake, quedando absuelta de todos los cargos. Los
acusadores, de inmediato alegaron que ella había influido en la votación, pero
sin evidencias que soportaran estos hechos, todo quedó en el aire.
Mientras consiente y felicita a su
novia por mantener su reputación intachable ante la opinión pública, Eclipse
relata:
—Era de esperarse. Sos demasiado astuta
como para caer así. Además, la gente ya no soportaba el mismo tango, de los
mismos de siempre hablando de religión, castrochavismo y de combatir a la
extrema izquierda, mientras el país se caía a pedazos.
—Totalmente cierto —Harriet reafirma
las palabras de la uruguaya—. Más de media Colombia no quiere que los
amenistas vuelvan al poder, pero ellos aún siguen teniendo fuerza. Son una
amenaza que debemos neutralizar a como dé lugar.
Los años del régimen teocrático son
de amarga recordación para una parte importante del pueblo colombiano. Aunque
hay personas que aun añoran los años en que el gobierno seguía una política teocrática,
bajo una interpretación extremista de la Biblia, los partidos que eran parte de
ese régimen gradualmente pierden apoyos, en favor de una nueva clase dirigente,
que busca restaurar el orden y sanar una democracia trastocada por el fanatismo
religioso y el extremismo de derechas. No obstante, estos grupos aun cuentan
con mucha fuerza dentro del país, haciéndose cada vez más agresivos, radicales
y violentos.
—Por eso digo —continúa Eclipse—. Tuvimos
suerte de que quedaba gente sensata dentro del régimen, que sabían que eso no
podía seguir. Por El Cuarteto, si Edward Salazar no hubiera accedido a
ayudarnos, nos habría sido muy difícil tomar el control de Colombia, porque tristemente,
las guerrillas eran tan malas o peor que los mismos amenistas.
—Así es, amor mío —replica Harriet—.
Y es que con toda América del Sur virando hacia Brasilia, Colombia se iba a
quedar aislada del resto del continente.
Antes de decidirse a tomar el control
de Colombia por medios democráticos, la orden pensó en apoyar a las guerrillas,
pero estas no eran fiables, por cuanto eran poco más que cárteles de la droga
con un discurso político vacío, sin más ambición que el dinero. Por ello,
miraron a elementos dentro del propio régimen amenista y, para su fortuna, descubrieron
que había una facción dentro del mismo que desde hacía una década, planeaba
cambiar el viraje fascista y teocrático de Colombia, por uno más democrático,
inclusivo y secular. Cuando El Barón contactó a su líder, el por entonces
senador Edward Salazar, esta facción ya contaba con un poder significativo
dentro del estado; solo necesitaban un empujón para llegar a la presidencia y
cambiarle la cara al país. Y la orden no dudó en dárselo, otorgándoles el apoyo
económico que necesitaron para llegar al poder, convirtiéndose en el actual
partido de gobierno.
Cambiando de tema, tras reparar de
nuevo en las prendas de su novia, a Harriet se le da por preguntar:
»Amor, una pregunta ¿Cuánto te
gastaste?
Apenada, Eclipse empieza a sonrojarse,
hasta que su cara queda prácticamente roja como un tomate. Para evitar el
regaño de su novia, decide «empezar a cantar»:
—Creo que fueron unos, tres millones
de pesos. ¿O fueron cinco?
La respuesta desagradó enormemente a Harriet,
quien de inmediato soltó un sonoro «¡WAT![4]», el cual fue escuchado en
el piso inferior, seguido de un muy merecido regaño:
—Por El Cuarteto ¡¿qué te pasa,
Eclipse?! En solo tres días, te has gastado diez millones de pesos, ¡solo en
ropa! ¿Te has puesto a pensar cuanta tienes?
La uruguaya permanece en silencio y
cabizbaja.
»Yo responderé por ti: ¡tienes como cincuenta
mudas de ropa! —la pitcairnesa mira enojada al cielo— ¡Maldito seas, Lázaro
Gómez! ¡Mira lo que le hiciste a mi novia! Fui una tonta por dejarte ir de mi
lado. ¡Fui una tonta!
Durante los tres meses que vivió en
Puerto Carreño con el senador Lázaro Gómez, Eclipse desarrolló un vicio por
comprar de manera compulsiva. Como allá trabajó de modelo y debido a los
considerables ingresos del agente atlante, este se desarrolló sin control.
Harriet llegó a enterarse de que, en un mes, llegó a gastarse cien millones de
pesos en trivialidades como ropa nueva, accesorios, productos de belleza y
hasta un auto último modelo, que terminó estrellando contra otro auto en Puerto
Carreño y cuyas reparaciones debió pagar el senador, solo salvándose de la
muerte gracias a su magia.
—No, por favor, Harriet —Eclipse se baja
del sillón, se pone de rodillas frente a su novia y la toma de las manos—, por
lo que más quieras, no te molestés, que yo he sido la culpable. Es que esos
tres meses que pasé con ese lilim fueron toda una eternidad sin vos. Me siento
asqueada e insatisfecha. El solo acordarme que tuve que estar con él en la ca…
Las pocas veces que su novia la llama
por su nombre a secas, son una señal evidente de que sus súplicas son muy
serias y le vienen del alma, por lo que recupera la calma, pone suavemente su
mano en su boca para evitar que siga recordando una experiencia tan amarga y,
sintiendo la necesidad de recordarle a ella algo hermoso, menciona:
—Mi bella sirviente, ¿te acuerdas como
eras tú el día en que nos conocimos?
Recordar el día en que conoció a
Harriet, es la experiencia más grata en la vida de la uruguaya, por lo que, con
una gran sonrisa, responde:
—Como olvidarlo: fue en el 2038. Yo era
una mina[5] muy insegura porque en el
colegio se burlaban de mí por mi apariencia y porque me gustan las chicas. No
comía bien, me odiaba a mí misma por lo que era, y hasta me cortaba los brazos
cuando me sentía triste. En resumen, era un desastre emocional. Fue entonces cuando
El Barón convenció a mis padres para llevarme al Brasil, a entrenar magia y
completar mis estudios. Una vez allá, me juntó con vos.
De niña, Eclipse Lusinyan era una
persona mucho más insegura y temerosa de lo que es ahora. Víctima de matoneo en
su colegio por ser albina, lesbiana y muy alta —hoy en día mide 1,85 metros—,
sus padres tuvieron que sacarla de ahí para evitar que la carga psicológica acumulada,
siguiera creciendo hasta llevarla al suicidio. A los catorce años, El Barón fue
hasta Montevideo, capital del Uruguay, y convenció a sus padres de llevársela
al Brasil, donde él trabajaría arduamente para enseñarle magia y mejorar su
autoestima, para lo cual la emparejó con una de sus pupilas más brillantes:
Harriet Drake.
—Recuerdo bien ese día —relata la
pitcairnesa entre risas—. El Barón nos presentó y dijo que eras una niña de
catorce con muchos «malos hábitos» que yo debía corregir. Sabía que esa sería
mi prueba final, para ver si estaba lista para los planes que tenía para mí.
Puedes decir lo que sea de su majestad, pero sin duda alguna, es un gran
maestro.
En ese entonces, Harriet contaba con
veintiún años y había sido seleccionada por el anciano jerarca de la orden,
para ser pieza clave en la infiltración del aparato estatal colombiano, pero
para ello, debía probar que era capaz de inspirar a los demás. Ya había
demostrado gran talento para la magia cuando fue encontrada en las remotas
Islas Pitcairn; ahora debía demostrar sus dotes como líder; si era capaz de
rearmar a una persona emocionalmente quebrada y darle un nuevo propósito a su
existencia, estaría lista para dirigir los destinos de una nación entera, ávida
de esperanzas.
—Estamos de acuerdo con que su
majestad es un gran maestro, pero vos fuiste muy cruel conmigo. —la uruguaya
afirma mientras su rostro muestra una expresión tierna, dando a entender que la
«crueldad» de Harriet, no fue una experiencia negativa para ella, sino todo lo
contrario.
—Reconozco que fue difícil y me tomó
tiempo, pero valió la pena. Tuve que trabajarte sicológicamente para salvarte
de ti misma, a moldearte, convertirte en una nueva persona, más fuerte, segura
de sí misma y lo más importante.
La pitcairnesa corta su monólogo para
darle un largo y apasionado beso en la boca de su novia, para finalmente,
terminar la frase:
»Aprender tu lugar.
Para salvar a Eclipse de sus
tendencias autodestructivas, Harriet tuvo que rehacer su personalidad de cero,
enseñándole que el servicio, la dedicación y la perdida de ciertas libertades
en favor de otra persona no es algo tan malo, si esa otra persona está
dispuesta a guiarla y a tomar la responsabilidad de su vida, de llevarla por el
camino correcto.
Mucho más calmada —y excitada—,
Eclipse dice:
—Tiene toda la razón, ama. Le estaré
eternamente agradecida por haberme convertido en lo que soy ahora. Yo…
Ella es interrumpida por Harriet,
quien pone su cabeza en el piso, posando su bota en la cabeza de la uruguaya.
—Por otro lado, cometí un grave error
al dejarte sola con ese rígido bastardo de Lázaro Gómez. Desde hoy, tomaré
control total de tu vida. Cada cosa que hagas será bajo mis órdenes. No darás
un solo paso sin que yo te lo ordene. Y lo más importante, juro por El
Cuarteto, que no volveré a dejarte ir de mi lado nunca más. Perdón por ser una
mala ama, Eclipse. —afirma Harriet con un tono que alterna entre el
arrepentimiento, la alegría y la tristeza.
Esas palabras llegan a Eclipse, que,
a pesar del vejamen a su persona, disfruta cada segundo de ello, por lo que
declara:
—Acepto sus disculpas, ama. No soy
nada sin usted. Seguiré sus órdenes hasta la eternidad. Yo le pertenezco.
Lo dicho por la uruguaya agrada
enormemente a la pitcairnesa, quien, en un tono más exigente, demanda:
—Repítelo, Eclipse.
Y ella responde con más firmeza:
—¡Yo le pertenezco!
Pero para Harriet no es suficiente,
así que presiona su bota contra la cabeza de su novia y exige:
—¡Dilo de nuevo, esclava!
Y Eclipse, buscando sacar de su mente
para siempre, la desagradable experiencia de haber tenido que estar al lado del
lilim Lázaro Gómez, declara a todo pulmón:
—¡YO LE PERTENEZCO! ¡SIEMPRE LE
PERTENECERÉ! ¡YO EXISTO PARA OBEDECERLE!
Justo cuando Harriet tenía en mente toda
serie de actos lascivos de índole sadomasoquista y hacérselos a su novia, una
terrible explosión sacude el malecón, poniendo a las chicas en estado de alerta.
—¡Por El Cuarteto! ¡¿Qué fue eso?! —pregunta
Eclipse mirando a todas direcciones, buscando desesperadamente el origen de la
explosión, al tiempo que todas las personas allí empiezan a correr asustadas
hacia todas direcciones.
Cuando un nuevo estallido se produce
justo en las puertas de su edificio, así como otras más a la distancia, Harriet,
que está a su derecha, le ordena que se eleven para tener una mejor vista.
Usando su magia, ellas vuelan hasta
ubicarse en la azotea del edificio. Lo que ven, deja sin palabras a Eclipse,
siendo su novia, incapaz de ocultar su sorpresa, menciona:
—No me la creo.
Las explosiones aleatorias se están
desarrollando por toda la ciudad, pero lo más increíble es que parece que no
hay nada que las está produciendo. No hay fuerza invasora aparente, no hay
fortalezas aéreas ni ataques desde el mar.
Algo las está produciendo, pero ¿qué?
La pitcairnesa activa el rastreador
que usó en la misión de Puerto Carreño y, tras configurarlo la opción de zum o aumento
visual a distancia, observa algo que no tiene ningún sentido:
»¿La gente está explotando sin razón?
¿Qué está pasando?
Eclipse mira al cielo, directamente
al sol de mediodía y, gracias al filtro de luz solar de sus lentes puede notar
que hay algo pequeño que obstruye el brillo detrás del astro rey, por lo que
indica a su ama que vea hacia allá.
Harriet accede y, tras configurar un
filtro para la luz ultravioleta y activar el zum, puede ver las siluetas con
más detalle y nota a una persona en posición de meditación y otra a su lado,
por lo que concluye:
»Malditos atlantes. ¡No dejaré que destruyan
mi ciudad!
Analizando la evidencia a la mano,
Eclipse cree que tiene una teoría:
—Ama, creo que ya se que sucede. Esos
hechiceros están enviándoles grandes cantidades de mitegia a la gente acá
abajo. Como no son hechiceros, en vez de fortalecerse, explotan por el exceso
de magia en sus cuerpos.
—¿Están usando un hechizo médico? ¿Y
cómo pueden enviar tanto mitegia a tantas personas a la vez? —pregunta Harriet,
sorprendida por lo inverosímil de la teoría de la uruguaya, y desesperada al
ver que las explosiones no cesan.
—O esos hechiceros son tan poderosos
como su majestad, o están usando un encantamiento.
Un método usado en la medicina mágica
es la infusión de mitegia en un hechicero aliado, ya sea para devolverle la
vitalidad o curarlo de heridas graves. Es un hechizo que ha sido usado desde
los albores de la magia misma, pero Harriet jamás creyó posible que alguien
pudiera ser tan creativo y cruel, como para usar magia curativa como un
instrumento de terror.
Sabiendo que ya no hay más tiempo que
perder, la pitcairnesa advierte a su novia:
—Eclipse, sé que no te gusta tomar el
sol, pero debemos ir a pelear. Tómate tu tiempo y avísame cuando estés lista.
La uruguaya odia el sol ya que su
piel albina se quema con mucha facilidad. Para protegerse, la cubre con una
capa invisible de cristal que le otorga un aspecto inusual.
Por su parte, Harriet baja hasta el
apartamento, hasta llegar al tocador cercano a su cama. Al abrirlo, se aprecian
docenas de elementos como látigos, antifaces, cadenas y otros elementos usados
en el sadomasoquismo, que piensa usar en su novia una vez la batalla termine.
Pero su atención se centra en un
rifle de asalto, de 85 centímetros de largo, equipado con mira telescópica, y
un segundo cañón de 15 centímetros de largo ubicado debajo del principal. Este
rifle se halla colgado en una de las puertas del tocador. Ella toma el arma y
empieza a hacerle unas pruebas rápidas, luego de lo cual, dice:
—Muy bien, lord Protogion, es hora de
poner a trabajar su prototipo.
Hecho esto, va a reunirse con Eclipse
en la azotea, quien la invita a que la contemple. Harriet, maravillada al ver
su tersa piel, cual porcelana pulida, musita:
»Perfecta —para finalmente besarla en
la boca y saltar al unísono desde la terraza hacia el aire, al encuentro con
las atacantes.
Estando a poca distancia de su
objetivo, Eclipse nota que la chica que está de pie es de raza negra, de
contextura esbelta y vestida con una larga gabardina que le llega hasta los
tobillos, un top que deja al descubierto su tonificada barriga, una falda que
llega a la altura de los muslos, y botas de campaña. A juzgar por el color de
sus prendas, es evidente que tiene una debilidad por el color azul índigo.
Al notar su presencia, les saluda:
—Aller, aller![6] Pero qué tenemos aquí,
Harriet Drake y su, boudin blanc[7].
Eclipse, quien aprendió francés en el
colegio, entendió claramente el insulto y estuvo a punto de ir al ataque, pero
una seña de su novia le hizo desistir. Por ahora.
—De todas las personas que esperaría
aquí, nunca me imaginé que vería a una de las mercenarias de Harkotian. ¿No es
así, Marie Odingar? Dile a tu acompañante que deje lo que está haciendo, ¡o yo
misma le haré estallar la cabeza! —demanda la pitcairnesa con rabia. Aunque
ella no sabe francés, por la expresión de odio de su novia, sabe que se ha
burlado de ella, algo que no está dispuesta a tolerar.
Hay un dicho muy popular que reza «2020
fue caótico y, los nacidos ese año solo quieren ver arder al mundo». Esto se
debe a la inusual cantidad de criminales internacionales nacidos en ese año, y
Marie Odingar es un fiel ejemplo de ello.
Nacida en los suburbios de Paris, fue
discriminada en su niñez por ser de raza negra y de raíces chadianas. Estas
experiencias marcaron su visión de que el mundo era un lugar podrido que debía
ser destruido hasta sus cimientos, las cuales fueron fortalecidas al ser
reclutada por Harkotian de Pi Idiofiyía, cuando solo tenía 10 años. Ahora, con
29 años, es una peligrosa terrorista lilim al servicio del señor nephila,
encargada de realizar ataques a gran escala, con la mayor cantidad de muertes
posible.
—Aller, aller —Marie posa su
mano en la cabeza de su acompañante, quien automáticamente sale de la
meditación, se pone de pie—. Mettre les
points sur les i[8]. Ya que sobreviviste a ese
juicio político, mi amo te ve como una pieza importante dentro de este
gobierno, por eso quiere matarte. Y, en cuanto a ella, solo es la Arlai Número Trece.
No se molesten en saludarla. —revela Marie en tono denigrante. Insultar a las
personas, incluso a sus propios aliados, es algo que le va natural.
—¿Arlai? —pregunta Eclipse. El
término le resulta tan extraño que asume que es de origen alienígena.
Marie ríe burlonamente:
—No me extraña que no sepas nada, reine
des cons[9].
Arlai es un término en nialín y significa «familiar». Antes, era una refugiada
climática que salió de Kiribati, huyendo del mar que se tragó a su país.
—Maldita seas —la pitcairnesa musita con
odio tras escuchar la explicación de la lilim.
Aunque la política exterior brasileña
y su fuerte énfasis en la protección del medio ambiente, logró que se mitigaran
las peores proyecciones del calentamiento global, para algunos países las
gestiones llegaron demasiado tarde. Uno de ellos fue Kiribati, un archipiélago
en el Océano Pacífico cuya exigua elevación hizo que sus actuales territorios
se hundieran en 2040, obligando a los kiribatianos a huir por todo el mundo,
convirtiéndolos en los primeros «refugiados climáticos» de la historia.
»Ahora, solo es un cascarón vacío programado para obedecer mis
órdenes, y con suficiente poder como para destruir esta ciudad. Como ves,
Harriet, yo también puedo tener mi propia boudin.
Tal y como la francesa explica entre risas, la Arlai
Número Trece es una máquina sin mente ni consciencia. Esta chica de baja
estatura, contextura esbelta, piel morena, cabello gris y ojos dorados viste
con un top y una falda corta de color blanco, pero los implantes cibernéticos
que sobresalen de sus antebrazos, piernas y rostro, así como las líneas
brillantes que surcan su cuerpo y rostro sin emociones, dejan claro que quien
quiera que haya sido esta kiribatiana, ahora no es más que una máquina asesina
que solo existe para matar a todo aquel que su amo le ordene. Un destino
trágico para una refugiada climática, que ejemplariza el desprecio de los
nephilim por las vidas humanas.
Asqueada e indignada por las acciones
de los atlantes, Harriet, con sus brazos temblando de la rabia, murmura:
—Destruye.
Como si fuese un perro de presa,
Eclipse obedece la orden y se lanza furiosamente contra Marie, quien, con una
expresión arrogante, musita:
—Que predecible.
Para sorpresa de la uruguaya, la
francesa crea una descarga de mitegia que la manda a volar en reversa muchos
metros. Luego ordena a la Arlai Número Trece que mate a Harriet.
La Arlai dispara de sus ojos dos
potentes rayos que son apenas evadidos por la pitcairnesa, moviéndose a la
velocidad del rayo a su derecha, aunque estos pasaron raspando su brazo
izquierdo, dejando una quemadura.
Harriet apunta con su rifle, pero su
enemiga vuelve a disparar sus rayos, evitando que pueda tener un tiro limpio y
obligándola a evadir el ataque de la misma forma. Su enemiga simplemente
dispara demasiado rápido.
Incapaz de ir al ataque y siendo
obligada a ir a la defensiva, la pitcairnesa empieza a preguntarse qué debe
hacer, mientras la desesperación empieza a apoderarse de ella.
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Mientras tanto, Eclipse se ve
obligada a usar una descarga de mitegia para detenerse, a casi doscientos
metros de distancia de Marie, quien se ha desplazado justo enfrente de ella,
para darle un violento puñetazo en la barriga que la hace escupir sangre. Pero
antes de que salga disparada, la francesa aparece detrás de su víctima, justo
para darle una fuerte patada lateral que, de no ser por su piel endurecida,
habría destruido su columna vertebral.
La patada lanza a la uruguaya varios
metros, que pudieron ser más de no ser porque ella usó una descarga de mitegia
para detenerse. Al ver que sus costosos lentes de sol fueron destruidos, se
enfurece, pero antes de ir a encarar a Marie, decide esperarla.
Entonces ella aparece justo encima,
lista a darle una violenta patada de talón que la mande directo al suelo.
Pero esta vez está preparada y
detiene la patada con su antebrazo. Esto alerta a la francesa, quien empieza a
emitir un aura blanca para fortalecer su magia, de tal forma que manda a
Eclipse directamente hacia un edificio, el cual termina atravesando varias
plantas hasta finalmente caer sobre el televisor de la sala de un apartamento
familiar, para total sorpresa de sus inquilinos.
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Para evitar caer en la desesperación
y mientras esquiva los rayos de la Arlai, Harriet se traslada mentalmente a una
lección que recibió de El Barón muchos años atrás, cuando ella solo tenía
quince años. Ese día, él le advirtió que muchas veces, se encontraría con
enemigos a los que aparentemente, no podría ganar, pero que no debía
desesperarse, ya que sin importar lo poderosos que sean, todo enemigo tiene una
debilidad que ella podría explotar.
Por ello, la pitcairnesa va acercándose
gradualmente, moviéndose a gran velocidad, desapareciendo y reapareciendo en todas
direcciones.
Su enemiga, incapaz de racionalizar, simplemente
trata de seguirla con la mirada, algo sencillo para ella, ya que sus ojos
cuentan con rastreadores digitales incorporados, por lo que incluso si se «teletransporta
a sus espaldas», logrará seguirla.
Harriet continúa su plan de esquivar
los rayos de la Arlai a toda velocidad. De hecho, ella empieza a cubrirse del
aura negra de la Magia de la Creación para aumentar su velocidad.
La máquina asesina continúa atacando,
a pesar de que su objetivo empieza a moverse más rápido. Ella formula que, en
algún momento, se cansará y dejará de moverse, momento en el cual la matará.
Sin embargo, ella no presta atención
al hecho de que se está acercando, muy gradualmente, a su posición. Siente que
no importa de qué lado aparezca, logrará dispararle y matarla. De hecho, en
ocasiones la pitcairnesa aparece a sus espaldas y gracias a su anatomía
cibernética, rueda su cabeza unos 180 grados y a tal velocidad, que no le deja oportunidad
de disparar con su arma.
Lo que no sabe, es que Harriet,
gracias a su rastreador, ha notado un detalle fundamental: para atacar, la Arlai
se tarda alrededor de 0,5 segundos para apuntar, cargar y disparar sus rayos
oculares. Si logra atacarla en ese ínfimo lapso, podrá pasar a la ofensiva.
Harriet aparece cara a cara con la
Arlai, quien trata de disparar, pero la pitcairnesa aprovecha la ventana de 0,5
segundos y la golpea en el rostro con la culata del rifle, aturdiéndola por
unos segundos vitales, que son usados para descargar a quemarropa una ráfaga de
balas de fuego mágico, que salen del cañón superior —el más delgado— de su
arma, con una cadencia de 770 disparos por segundo.
Harriet usa un RA-23, que, de acuerdo
con su diseñador, Protogion de Eta Efevrétis, es descrita como una «combinación
entre un báculo mágico y un arma automática». Esta arma usa el mitegia de su
portador y lo transforma en proyectiles cuya naturaleza depende de quién use el
arma, y que pueden quebrar la mayor parte de los blindajes y defensas mágicas,
sin importar quién la use.
Cuando la Arlai recibe la ráfaga
mística de la pitcairnesa, empieza a sufrir temblores espontáneos, al tiempo
que su interfaz visual se llena de mensajes de «desperfectos» y «daños críticos»
en sus sistemas, provocados por el aumento dramático de la temperatura en sus
entrañas, que provoca que empiece a quemarse cual antorcha humana para
finalmente explotar, debiendo su verdugo tomar una distancia considerable para
evitar ser alcanzada por la onda expansiva.
Habiendo sacado a la kiribatiana de
su miseria, además de eliminar al origen de las explosiones espontáneas, la
preocupación de Harriet se centra en una persona: Eclipse.
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En cuanto a la uruguaya, la aparatosa
caída no le provocó heridas significativas gracias a su piel endurecida. No
obstante, ella verá que ese es el menor de sus problemas.
—Bo ¡este edificio se cae!
Sin tiempo para escapar, Eclipse pide
a la familia que se ubiquen debajo de ella, mientras esperan la caída de la
edificación.
A poco más de cien metros sobre el
suelo, Marie recita unas palabras en francés, mientras toda construcción bajo
ella empieza a ser presionada por una fuerza desconocida.
No obstante, su recital es
interrumpido por una gran bola de fuego de cuatro metros de diámetro, que se
dirige hacia ella a toda velocidad, teniendo que usar una descarga de mitegia
para disiparla, justo antes de que ésta la incinerara.
Ella fija su mirada hacia su
izquierda y observa a Harriet cargando otra bola de fuego, pero de fuego negro,
con el cañón inferior —el más grueso— de su arma, que ahora está surcada por
líneas púrpura, lo cual hace que Marie sonría:
—Así me gusta.
La bola de fuego negro es disparada.
Pero para sorpresa de Harriet, ésta es contrarrestada con un simple movimiento
de manos, momento en el cual ella descubre el tipo de magia usada por la
hechicera francesa:
—¿Magia de Gravedad y Magia de la
Destrucción? Nunca pensé que una discípula de Harkotian profanase el poder de
Nishji’tar de esa forma.
Considerada como una de las magias
más poderosas, la Magia de Gravedad es el dominio del Emperador de los Dioses
Brujos y, a pesar de ser quizás la más usada —por cuanto el vuelo es el primer
hechizo que todos aprenden—, muy pocos han aprendido a usarla de forma
ofensiva, ya que sus hechizos requieren de un control excepcional del mitegia,
para así controlar las fuerzas que rigen la gravedad y usarlas para atacar. Tal
es así, que se dice que aquel hechicero que aprenda a usar la Magia de Gravedad
de forma ofensiva será prácticamente invencible.
Marie no media palabras, sino que
altera la gravedad del ambiente para atraer toda clase de escombros a su
alrededor, desarmando los edificios bajo ella y transformado sus escombros en
potentes proyectiles, que Harriet tiene que destruir con veloces ráfagas de
disparos.
Viendo a su enemiga desesperada, hace
que la francesa empiece a extasiarse, haciendo que su aura blanca de Magia de
la Destrucción se haga más intensa y, a recitar un encantamiento:
—La terre est lumière, les chaînes
invisibles sont brisées.[10]
Los encantamientos son un medio muy
efectivo, para que los hechiceros acumulen más mitegia del que pueden manejar
de forma normal. Entre más largo sea el encantamiento, más mitegia se acumula y
más poderoso es el hechizo.
»Le
poids est parti, tout est aussi léger qu'une plume[11]
Con cada frase, los edificios de
Buenaventura se van desarmando y sus bloques se van flotando hasta el cielo, como
si se tratara de globos de helio, hasta acumularse alrededor de Marie, quien a
su vez los lanza indiscriminadamente hacia todos los puntos de la ciudad y
hacia la propia Harriet, quien se ve obligada a lanzar frenéticas ráfagas de
disparos mágicos, para desintegrar los escombros y evitar ser aplastada.
»Rien ne reste uni, tout flotte et
se dissout[12].
Mucho más abajo, Eclipse se siente
aliviada de ver que no tuvo que usar su fuerza de hechicera para retirar los
escombros de su espalda y que la familia está ilesa. No obstante, se horroriza
al ver que la francesa está literalmente desintegrando la ciudad por diversión.
La orden de su ama sigue impresa en
su subconsciente. La voluntad de Harriet Drake es su voluntad.
Pero esta vez, hará algo diferente:
se eleva hasta quedar a una distancia considerable, evitando que Marie la note.
—Veamos si yo puedo hacerlo también.
Eclipse extiende su brazo en
dirección a la francesa y, basándose en el mismo principio que Lucia y Taylor
aplican con sus hechizos de luz, ella usa el mitegia para acumular los fotones
que refleja su piel de porcelana, en la palma de su mano. Pero cae en cuenta
que, para penetrar en la defensa de Marie, fortalecida con la Magia de la
Destrucción, requerirá de más poder del que usualmente maneja.
»Tendré que usar todo mi poder para
hacer esto.
Líneas irregulares negras empiezan a
surcar el cuerpo de la hechicera albina, pareciendo como si ella se hubiese
transformado en una estatua viviente de mármol, al tiempo que la luz acumulada
se torna negra como la obsidiana. Al igual que su ama y todos los discípulos de
El Barón, Eclipse Lusinyan puede usar una Magia Cósmica —en su caso, es la Magia
de la Creación—, la cual se manifiesta de diferentes formas de acuerdo con el
hechicero, razón por la cual el mitegia negro no se exterioriza con un aura,
sino que recorre sus venas. Ahora si está lista para devolverle el insulto:
»¡Come esto, boudin! Lanetli
ışık![13]
Tal y como lo previó, Marie está tan absorta
desatando la destrucción indiscriminada sobre Buenaventura, que nunca notó su
presencia, ni mucho menos el rayo de luz oscura que atraviesa su cabeza hasta
hacerla estallar, matándola al instante.
Con la hechicera lilim muerta, todos
los escombros que surcaban los cielos caen de inmediato, mientras Harriet,
aliviada y eufórica por la victoria, alza su rifle y grita:
—¡Si! ¡Así es como se lucha en la
Orden del Libro Verdadero! —seguida de una ráfaga de disparos al aire.
Eclipse se acerca a toda velocidad
hacia ella y cuando las dos quedan cara a cara, Harriet la recibe con los
brazos abiertos para darle un caluroso abrazo.
—Esta vez si estuvimos cerca, ¿no lo
cree, ama?
—Por supuesto. Tendremos que entrenar
más para estar mejor pre…
Harriet se interrumpe a sí misma al
notar unos ruidos que vienen del suelo. Eclipse observa y le avisa que son los
mismos habitantes de Buenaventura, aquellos que estuvieron viendo todo el
combate y les están agradeciendo por haberles salvado, por lo que la uruguaya
dice:
—Mire, nos están agradeciendo. ¿No
cree que debemos ir a saludar?
Sin pensarlo dos veces, la senadora
asiente.
Las chicas lentamente descienden
hasta la romería de gente que se ha agolpado sobre las ruinas de la ciudad. Ellas,
evocando un par de ángeles guardianas, bajan a Tierra bañadas por la luz del
sol de mediodía, hasta posarse cerca del cúmulo de personas que querían estar
cerca de las salvadoras de Buenaventura. Algunos la saludan, otros le dan
reverencias, mientras que no faltan los que quieren tomarse una selfi con ellas.
El baño de pueblo ha significado para
Harriet Drake una sensación única. Ella recuerda el día que llegó a Colombia,
desde una tierra tan remota que muy pocos pueden ubicar en un mapa. Una
extranjera desconocida, que con la ayuda de El Barón y posteriormente, bajo sus
propios méritos, logró ganarse un nicho en su patria adoptiva, una tierra que
ha aprendido a querer como si fuera la suya propia.
Capítulo siguiente: https://gary-d-crowley.blogspot.com/2020/12/17-cronicas-de-la-retaguardia-ii.html
[1]
Gentilicio de los habitantes de Buenaventura.
[2]
De la jerga uruguaya. Significa «curiosear despreocupadamente» o «vitrinear».
[3]
Es un poncho suelto sin mangas y abierto en su centro bajo el hueco donde se
coloca la cabeza de quien lo viste, a manera de capote que se usa sobre otras
prendas para protegerse del frio. Es muy usada en la región andina colombiana,
sobre todo en el departamento de Boyacá. También se usa en los andes
venezolanos, en especial el estado de Mérida.
[4] En
pitcairnés «¡QUÉ!»
[5] De
la jerga argentino-uruguaya. Significa «niña».
[6]
En francés «¡Vaya, vaya!».
[7]
En francés «morcilla blanca». La palabra boudin se usa como un insulto
equivalente a «puta» o «golfa». Ella le agrega el color blanco, en referencia
al albinismo de Eclipse.
[8] En
francés «Para poner los puntos sobre las íes». Es un dicho que significa «para
dejar las cosas claras».
[9]
En francés «reina de los idiotas». Es un insulto muy popular en Francia. Su
versión masculina es roi des cons o «rey de los idiotas».
[12]
En francés «Nada permanece unido, todo flota y se disuelve».
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