Año 1096.
Sobre el lomo de su corcel azabache y cabalgando a las
diez de la mañana, una mujer pelirroja de ojos celestes va acompañada de su
hija, a quien planea enseñarle una lección que jamás olvidará.
—Muy bien hija mía, ya hemos llegado. ¡Es la hora de
la verdad! —anuncia pomposamente Marialea Aregerán, tras divisar a la distancia
su destino.
Su retoño de ocho años, Khalida al Tanniyn, poseedora
de los mismos rasgos de su madre, se hallaba montada detrás del corcel de su
madre y tras ojear el sitio, tímidamente menciona:
—Solo espero que no sea nada
peligroso. Soy muy joven para morir.
Marialea ríe:
—Vamos mi niña. La vida está llena de riesgos
y más si eres una hechicera y una princesa.
—Sí, pero esto es Al Andalus, no la Europa amenista e
inculta —responde Khalida, acusatoriamente—. ¿Acaso no somos los hechiceros,
los amos de estas tierras?
—Correcto, pero recuerda el viejo refrán: si queréis
la paz, prepárate para la guerra.
La Asafía de Córdoba, país que ocupa la inmensa
mayoría de la Península Ibérica, fue fundado por la Casa Tanniyn y es desde
hace siglos, un reino dominado por la magia, donde los hechiceros se campean a
sus anchas y el uso de las artes mágicas es tan normal para sus gentes, como ir
a rezar el día consagrado.
El sitio escogido por Marialea, es un peñasco de más
de cuatrocientos metros de altura, ubicado en la punta de una estrecha
península. Un pequeño poblado se halla en la parte occidental de éste, sitio
desde el que madre e hija escalan hasta llegar a la cima del mismo, desde el
cual se puede ver unos riscos del lado que da cara al mar.
—¡Increíble! ¡Mamá! ¡Esta vista alucina! —exclama
Khalida, mientras contempla maravillada la espectacular vista, en la cual se
divisan la inmensidad de las aguas azules y a la distancia, el continente
africano.
—Me alegra que te guste, así que atenta —advierte
Marialea—. Esta, es la Roca de Tarik o, como los amenistas la llaman, el Peñón
de Gibraltar. Tus ancestros desembarcaron en este lugar desde África e
iniciaron la conquista de estas tierras. Gracias a tu familia, la magia fluye
por todos los rincones de este país, convirtiéndose en nuestro mayor orgullo y
fortaleza.
Luego de escuchar atentamente la exposición de su
madre, Khalida, molesta porque percibe que ella está dando largues al asunto,
demanda:
—Se que no me trajiste hasta aquí para darme una lección de historia,
así que escúpelo de una vez mamá, ¡¿para qué me trajiste?!
Marialea ríe.
—No tiene caso ir con rodeos contigo, ¿verdad?
Todo aquel que se embarca en el camino de la magia, tiene una lección muy
básica que debe aprender. Sin ella, no tiene el derecho de llamarse hechicero.
—¿Y cuál es?
—Aprender a volar. No llegarás a ser una hechicera de
verdad si no sabes despegar del suelo sin caerte.
—¿Y si me niego? —la joven pregunta cautelosamente.
Tiene un mal presentimiento acerca de lo que se verá obligada a hacer.
—Vivirás rechazada el resto de tu vida. Tus amigos te
harán a un lado y olvídate de encontrar un pretendiente, porque ningún chico de
Al Andalus ligará a una cobarde, ni siquiera si es la hija del rey. Se
contarán historias sobre Khalida al Tanniyn, la desdichada princesa hechicera
que jamás aprendió a volar. Serás la burla de grandes y pequeños por igual, en
la vida y en la muerte, por los siglos de los siglos, amen.
—¡MAMÁ! —la irónica declaración exaspera a Khalida,
cuya rabieta hizo que literalmente sacaba chispas de su cabeza y patalease el
suelo en señal de protesta.
—Jejeje, vale, nada de bromas. Tu misión, si decides
aceptarla…
—Como si tuviera opción. —la joven interrumpe a su
madre con palpable insolencia. Pero Marialea, sin enojarse en lo absoluto,
completa la frase:
—Es el elevarte por los aires, antes de llegar abajo y
sufrir una muerte horrible, pero rápida.
Esa revelación provocó en Khalida un gélido frío en su
espinazo:
—¡¿Qué?! ¡¿Y cómo se supone que voy a hacer eso?!
—Ya sabéis todo lo básico que un hechicero debe
conocer, así que lo único que debes tener en cuenta para volar, es aferrarte a
la vida.
Marialea lentamente camina hasta ponerse a espaldas de
su hija.
—¿Y qué se supone que eso significa? —interpela
Khalida, vigilando cautelosamente los sospechosos movimientos de su madre, quién
con inusitado dramatismo en sus palabras, responde:
—Piensa en no morir, aférrate a la vida con toda la
fuerza de tu alma. Si lo hacéis, habrás culminado tu entrenamiento básico y
serás toda una hechicera; de no lograrlo, bueno, supongo que éste será nuestro
adiós.
Antes de que pudiera reaccionar, Marialea empuja a
Khalida por la cima de la Roca de Tarik, con tanta fuerza, que la manda
directamente hasta el mar, procurando que no se estrelle contra el risco. La
niña de ocho años cae inevitablemente en picado hasta su muerte, mientras sus
gritos de pánico son desoídos por su madre, quien por más que desee salvarla de
su muerte, sabe que esta es una lección que su retoño debe asimilar por su
cuenta y si la ayuda ahora, jamás la aprenderá.
A partir de ahora, Khalida está sola.
Aunque caiga en el agua, la niña sabe que la gran distancia
de su caída, con toda seguridad le provocará la muerte.
Solo tiene unos pocos segundos para salvarse y no sabe
qué hacer. Su madre nunca le enseñó las nociones más básicas del vuelo. Si ese
fue un intento deliberado para hacerla sufrir en este momento, o producto de un
deseo ulterior de enseñarle una lección de vida, tal vez nunca lo sabrá. Las
historias de niños que morían tras saltar desde grandes alturas, que escuchaba
de boca de sus padres y amigos por igual, repentinamente cobran un nuevo significado.
Ella podría ser uno más de esos niños desafortunados
que, deseosos de aprovechar el poder de la magia para cualquier sueño que se
hubiesen propuesto, al final quedaron para siempre varados en el camino del
fracaso y la muerte, siendo truncados sus precoces sueños de grandeza por toda
la eternidad.
Y Khalida está a punto de ser una más en esa lista.
Imágenes espontáneas de su corta vida pasan a gran
velocidad por su mente: sus constantes rabietas de niña mimada; los desaires
que su actitud caprichosa le han causado a su padre, el rey Tarik II de Córdoba, uno
de los cuales estuvo incluso a punto de provocar una guerra; además de su
recurrente indisciplina a la hora de aprender magia de su madre, que retrasó su
desarrollo como hechicera; y aun así, ambos solo han mostrado amor y paciencia
para con ella, gestos que ella jamás correspondió…
Desearía devolver el tiempo y enderezar el rumbo,
corresponder la buena voluntad de sus padres, ser más condescendiente,
obediente y disciplinada. Después de todo, tiene mucho que aprender.
Aún tiene una larga vida por vivir…
Grandes cantidades de energía inundan la humanidad de
Khalida y una intensa aura mágica plateada rodea su ser. Su deseo de no morir
se exterioriza, con un radiante grito de euforia, más el uso de su nueva energía
mística para volar a ras del agua y cual cohete humano, elevarse furiosamente
por los aires, para total júbilo de su madre.
Habiendo disfrutado de su recién descubierto don, la
niña intenta dirigirse hacia la cima de la Roca de Tarik, pero para su consternación,
se encuentra con que no sabe frenar, encaminándose a un mortal choque contra el
peñasco. Solo la rápida reacción de Marialea, quien se lanzó hacia ella,
agarrándola en el aire a pocos metros de su muerte, evitó que éste fuese el
último día de la joven Tanniyn sobre la Tierra.
Manifestando la epifanía que le salvó la vida, Khalida
abrazó con fuerza a su madre, le dice:
—Mamá, lamento haber sido una mala hija. Lo siento.
El arrojo de sinceridad de su retoño hizo que
Marialea, en su acostumbrada buena vibra, respondiese:
—Ya, ya, todo está bien,
deberías alegrarte, ya que pasaste la prueba. Desde hoy, eres una hechicera.
—para posteriormente bajar hasta montarse en su caballo y regresar a su hogar.
Mientras emprenden el camino de vuelta y piensa en lo
cerca que estuvo de morir, Khalida reflexiona acerca de su casi fatal
experiencia y de la valiosa lección que aprendió este día:
«Aprovecha a tus seres queridos en vida, porque cuando
ya no estén, solo quedarán la lamentación y la culpa por no haberlos disfrutado
cuando se tuvo la oportunidad.»
Emblema nacional de la Asafía de Córdoba