Prólogo-LECCIÓN DE VIDA

La península Arábiga ha tenido presencia humana desde hace milenios, dando como resultado que esta región del mundo haya sido testigo de eventos tan diversos como espectaculares, desde batallas épicas largo tiempo olvidadas en las arenas del tiempo, hasta el nacimiento de héroes de leyenda que han dejado una huella tan grande en la historia de la Tierra, que ésta ha quedado irremediablemente alterada por su presencia.

En una región acostumbrada a los eventos épicos, las intenciones de la reina de estas tierras para con su hija, parecieran una rareza en razón de su cotidianidad y por ende, poco dignas de su atención, lo cual podría explicar el hecho que el galope del corcel azabache de la reina Noor al Sahar, se halle escoltado por la soledad de las interminables planicies arábigas.

Su destino es un acantilado que, sin embargo, cuenta con un significado especial para la civilización que llaman a esta región del mundo, su hogar.

Muy bien hija mía, ya hemos llegado. ¡Es la hora de la verdad! —anuncia pomposamente Noor, tras divisar a la distancia su destino.

Su retoño de ocho años, Khalida al Tanniyn, chica pelirroja de ojos azules como su madre, montada a espaldas de Noor ojea el sitio y forzando su lengua a pronunciar unas palabras que tercamente se rehúsan a salir por el miedo, enuncia:

Solo espero que no sea nada peligroso. Soy muy joven para morir.

Noor ríe:

Vamos mi niña. La vida está llena de riesgos y más si eres una hechicera y una princesa.

Sí, pero esto es Magán, no el desierto de esos bárbaros e incultos ubaritas —responde Khalida, acusatoriamente—. ¿Acaso no somos los hechiceros, los amos de estas tierras? Nuestros enemigos han intentado destruirnos y siempre han mordido el polvo. Magán es segura y yo no necesito esto. Para eso están mis súbditos, dispuestos a morir por su futura reina.

La seguridad de la princesa viene del hecho de que el Emirato de Magán ha sido invadido unas quince veces, la mayoría capitaneadas por sus archienemigos, los ubaritas, una tribu del desierto que ve la magia como una «herejía que se burla del poder de Dios». Todas las invasiones han sido repelidas fácilmente por los maganíes, quienes han desarrollado un predecible desprecio por sus vecinos del desierto.

Correcto, pero recuerda el viejo refrán: si quieres la paz, prepárate para la guerra.

Khalida frunce el ceño y, resopla por disgusto.

Y no olvides esto —remata Noor—, si quieres llegar a ser la gobernante de nuestro pueblo, recuerda que solo te respetarán si eres una hechicera sin parangón.

Por otro lado, la reina quiere prevenir a su hija de los peligros de la complacencia. Aunque esté destinada a heredar Magán, gobernar el reino de los hechiceros será una carga pesada para ella, porque debe demostrar por medio de su poder mágico que es lo bastante fuerte para reinar y proteger a su pueblo de los belicosos ubaritas y, de cualquier otro enemigo que el reino deba enfrentar.

El corcel detiene su galope a una distancia segura de las orillas del acantilado, y Khalida, olvidando el regaño de su madre, se baja de la montura para correr hasta la orilla:

¡Increíble! ¡Mamá! ¡Esta vista alucina! —exclama Khalida, embelesada por divisar la inmensidad de las aguas del mar Arábigo, mientras es acariciada por las brisas marinas.

Me alegra que te guste, así que atenta —advierte Noor—. Estamos en Ahlot di Sahra o «Ascenso de la bruja», un lugar sagrado para nuestro pueblo, porque fue aquí donde, en el principio de los tiempos, Lilit, la Primera Hechicera, aprendió a elevarse por los cielos usando el poder de la magia. Fue aquí donde la humanidad aprendió que el don que recibió de los Dioses Brujos era la clave para alcanzar nuestros mas grandes sueños y metas. Aquí, la humanidad aprendió que el cielo es el límite.

La paciencia no es la virtud de la joven Khalida y, molesta porque percibe que ella está dando largues al asunto, demanda:

Se que no me trajiste hasta aquí para darme una lección de historia, así que escúpelo de una vez mamá, ¡¿para qué me trajiste?!

Noor ríe.

No tiene caso ir con rodeos contigo, ¿verdad? Todo aquel que se embarca en el camino de la magia, tiene una lección muy básica que debe aprender. Sin ella, no tiene el derecho de llamarse hechicero.

¿Y cuál es?

Aprender a volar. Así como Lilit hace más de diez mil años, no llegarás a ser una hechicera de verdad si no sabes despegar del suelo sin caerte.

¿Y si me niego? —la joven pregunta cautelosamente. Tiene un mal presentimiento acerca de lo que se verá obligada a hacer.

Vivirás rechazada el resto de tu vida. Nuestro pueblo jamás rechazará a una cobarde e incapaz de levantar sus pies del suelo. Se contarán historias sobre Khalida al Tanniyn, la desdichada princesa hechicera que jamás aprendió a volar. Serás la burla de grandes y pequeños por igual, en la vida y en la muerte, por los siglos de los siglos, amen.

¡MAMÁ! —las burlas, así sean las más inocentes, son intolerables para Khalida, así sea que provengan de su madre, quien tiene que contemplar las chispas místicas que salen de la cabeza de su hija, mientras patalea de la rabia.

Noor, acostumbrada a estas rabietas, solo toca su hombro y, con una tierna risita, replica:

Está bien, nada de bromas. Tu misión, si decides aceptarla…

Aunque ofendida por la insolencia de su mamá, Khalida se calma pero, con palpable disgusto, menciona:

Como si tuviera opción.

Armándose de paciencia, pero manteniendo la buena actitud con su hija, Noor continúa:

Es el elevarte por los aires, antes de llegar abajo y sufrir una muerte horrible, pero rápida.

Esa revelación provocó en Khalida un gélido frío en su espinazo:

¡¿Qué?! ¡¿Y cómo se supone que voy a hacer eso?!

Ya sabes todo lo básico que un hechicero debe conocer, así que lo único que debes tener en cuenta para volar, es aferrarte a la vida.

Noor lentamente camina hasta ponerse a espaldas de su hija y llevarla al borde del acantilado.

¿Y qué se supone que eso significa? —interpela Khalida, mientras inocentemente se deja guiar por su madre, quién con inusitado dramatismo en sus palabras, responde:

Piensa en no morir, aférrate a la vida con toda la fuerza de tu alma. Si lo haces, habrás culminado tu entrenamiento básico y serás toda una hechicera; de no lograrlo, bueno, supongo que éste será nuestro adiós.

Antes de que pudiera reaccionar, Noor empuja a Khalida por la cima del acantilado, con tanta fuerza, que la manda directamente hasta el mar, procurando que no se estrelle contra el risco. La niña de ocho años cae inevitablemente en picado hasta su muerte, y sus gritos de pánico son desoídos por su madre, quien por más que desee salvarla de su muerte, sabe que esta es una lección que su retoño debe asimilar por su cuenta, por lo que si la ayuda ahora, jamás la aprenderá.

A partir de ahora, Khalida está sola.

Aunque caiga en el agua, la niña sabe que la gran distancia de su caída, con toda seguridad le provocará la muerte.

Solo tiene unos pocos segundos para salvarse y no sabe qué hacer. Su madre nunca le enseñó las nociones más básicas del vuelo. Si ese fue un intento deliberado para hacerla sufrir en este momento, o producto de un deseo ulterior de enseñarle una lección de vida, tal vez nunca lo sabrá. Las historias de niños que morían tras saltar desde grandes alturas, que escuchaba de boca de sus padres y son recurrentes en el reino hechicero, repentinamente cobran un nuevo significado.

Ella podría ser uno más de esos niños desafortunados que, deseosos de aprovechar el poder de la magia para cualquier sueño que se hubiesen propuesto, al final quedaron para siempre varados en el camino del fracaso y la muerte, siendo truncados sus precoces sueños de grandeza por toda la eternidad.

Y Khalida está a punto de ser una más en esa lista.

Imágenes espontáneas de su corta vida pasan a gran velocidad por su mente: sus constantes rabietas de niña mimada; los desaires que su actitud caprichosa le han causado a su padre, el emir Hallel II, uno de los cuales estuvo incluso a punto de provocar una guerra; además de su recurrente indisciplina a la hora de aprender magia de su madre, que retrasó su desarrollo como hechicera; y aun así, ambos solo han mostrado amor y paciencia para con ella, gestos que ella jamás correspondió…

Desearía devolver el tiempo y enderezar el rumbo, corresponder la buena voluntad de sus padres, ser más condescendiente, obediente y disciplinada. Después de todo, tiene mucho que aprender.

Aún tiene una larga vida por vivir.

Grandes cantidades de energía inundan la humanidad de Khalida y una intensa aura mágica plateada rodea su ser. Su deseo de no morir se desata con un radiante grito de euforia, más el uso de su nueva energía mística para volar a ras del agua y cual cohete humano, elevarse con furia por los aires, para total júbilo de su madre.

Habiendo disfrutado de su recién descubierto don, la niña intenta dirigirse hacia la cima del acantilado, pero para su consternación, se encuentra con que no sabe frenar, encaminándose a un mortal choque contra el suelo. Solo la rápida reacción de Noor, quien se lanzó hacia ella, agarrándola en el aire a pocos metros de su muerte, evitó que éste fuese el último día de la joven sobre la Tierra.

Manifestando la epifanía que le salvó la vida, Khalida abrazó con fuerza a su madre, le dice:

¡Mamá! ¡Lamento haber sido una mala hija! Lo siento.

El arrojo de sinceridad de su retoño hizo que Noor, en su acostumbrada buena vibra, respondiese:

Ya, ya, todo está bien, deberías alegrarte, ya que pasaste la prueba. Desde hoy, eres una hechicera. —para posteriormente bajar hasta montarse en su caballo y regresar a su hogar.

Mientras emprenden el camino de vuelta y piensa en lo cerca que estuvo de morir, Khalida reflexiona acerca de su casi fatal experiencia y de la valiosa lección que aprendió este día:

«Aprovecha a tus seres queridos en vida, porque cuando ya no estén, solo quedarán la lamentación y la culpa por no haberlos disfrutado cuando se tuvo la oportunidad.»



Emblema nacional del Emirato de Magán.

2 comentarios:

  1. Veo q te gusta escribir, felicidades 🙂

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  2. Muchas gracias por el halago. Siempre buscando mejorar. Tus escritos también son muy interesantes.

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