5 NUEVO MUNDO


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          Octubre del año 2048.

Escapar del pasado y dejar toda una vida atrás no es una tarea fácil para nadie, mucho menos para alguien como Lucia Coronado, quien en sus dieciséis años ya ha quedado huérfana dos veces y tras haber sido salvada de la eterna esclavitud, ha conseguido dos nuevos amigos que, a pesar de estarles muy agradecida por salvarle la vida, siente que hay algo que le están ocultando, situación que la llena de incertidumbre y suspicacia.

    Tras salir de Cozumel, el trío viajó hasta Cancún, donde se han alojado en una «casa de seguridad» —en realidad, un apartamento propiedad de los Heigui ubicado en el sector de Puerto Cancún, uno de los más exclusivos de la ciudad—, en cuya sala de estar destacan una gran pintura virtual de 150 pulgadas —que Lucia reconoce como la Gloriosa Victoria de Diego Rivera—, una mesa de vidrio y sobre esta, una jarra a medio llenar de agua, además de los dos sillones donde André y Lucía están sentados.

    —André, siempre he querido preguntarte, ¿Cómo hiciste para curar mis heridas tan rápido? —pregunta la guatemalteca con asombro, mientras estira sus dedos y disfruta de la comodidad de su asiento, un lujo que ella nunca pudo darse en su vida.

Su asalto a la mansión de Esteban Velásquez, la dejó con cuatro costillas, seis dientes rotos, los pómulos destrozados, la retina de su ojo izquierdo desprendida, contusiones en todo el cuerpo y daños en el estómago e hígado. En un hospital, incluso con la avanzada tecnología médica de la década del 2040, habría durado al menos seis meses en cama y ocho meses más de recuperación. Gracias a André, solo tuvo que descansar dos semanas y reposar tres semanas más para quedar como nueva.

—Tus heridas eran tan graves que te desmayaste apenas te bajamos de la azotea. Dalila y yo tuvimos que huir de Cozumel esa misma noche y robar un yate para salir de la isla. Dentro del barco, te metimos en una tina y, usando una técnica curativa inventada por mi papá, la llenamos de agua a la que apliqué un hechizo y sumergimos tu cuerpo ahí. No más zarpamos en Cancún, robamos una ambulancia. Después, te transportamos por tierra hasta aquí, rezando al Cuarteto para que no nos pararan, mientras la magia hacía su trabajo y el resto es historia. —explica el vampiro mientras extrae mágicamente el agua de la jarra, hasta juntarla en una bola sobre su mano derecha.

—¡¿Cómo hiciste eso?! ¡No sabía que también podías controlar el agua! —La sorpresa de Lucia es tan grande, que parece que sus ojos pelearan por salir disparados de sus cavidades.

—En la magia hay cuatro fuerzas fundamentales, que al ser combinadas nos permiten dominar elementos como el agua. Dichas fuerzas fundamentales también sirven para alterar los estados de la materia, convirtiendo el líquido, en sólido. —con cada palabra que sale de la boca de André, el agua en su mano se va condensando hasta solidificarse y, terminar como una esfera de hielo.

—O sea que, ¿conforme la manipulación de la materia se hace más compleja, aprendes nuevos poderes?

—Precisamente. El hielo se crea por medio de la condensación del agua. Para esto, su temperatura es reducida hasta el punto de congelación. Y para reducir la temperatura por medio de la magia, aprendí a generar corrientes de viento. —el vampiro concluye su explicación cerrando el puño, y desintegrando su esfera de hielo hasta convertirla en escarcha.

El acto de magia de André remitió la mente de Lucia hacia una lección que aprendió en su niñez, cuando apenas era una novata en las artes de la magia:

—Mis padres me enseñaron que solo los miembros de mi familia pueden controlar las plantas, ya que hay algo en nuestros genes que nos da ese poder. 

—Tu poder se llama Magia Verde y se creyó extinta poco después del fin de la Guerra Fría. Tu familia materna, los Akinfeev, tenían la facultad de secretar un químico mágico que les permite manipular las plantas a voluntad. Ustedes sirvieron fielmente a la Unión Soviética y al Zar Carmesí. Pero cuando los comunistas son derrocados, el nuevo gobierno ruso los vio como una amenaza y resolvieron cazarlos hasta la extinción.

—Me impresionas, André —expresa Lucia con cierta picardía—. Conoces al detalle la historia de mi familia. ¿Cómo supiste que el apellido Akinfeev aún seguía vivo?

—Cuando mi padre llegó al poder en Brasil, ordenó la capacitación de nuestra agencia de inteligencia para localizar a hechiceros de todo el mundo y reclutarlos, antes de que los atlantes hiciesen lo mismo. Gracias a nuestros espías, descubrimos la existencia de una maga verde escondida entre las selvas del Yucatán. Con esa información, me ofrecí a llevarte sana y salva a Brasil.

—¿Por qué tú?

—Digamos que era mi manera de probarle a mi padre que si estaba listo para llevar a cabo misiones importantes. Además, si tu poder cae en manos atlantes, sería una amenaza muy grande para nuestros planes.

—¿Cómo podría mi magia ser una amenaza para ustedes?

—¡BAM!

André iba a responder, pero un repentino portazo lo pone en alerta y, mata para siempre sus intenciones de revelar la verdad.

—¡Oigan! Tienen que ver cómo están las cosas en la ciudad. ¡Allá afuera todos están locos!

Para el alivio de ambos, resulta ser Dalila la que irrumpe en el apartamento. Su apariencia desgarbada y empapada en sangre contrastan con la euforia que despliega su presencia, algo que deja impactada a Lucia, quien de inmediato se imagina lo peor:

—Por los dioses ¡¿a vos qué te pasó?!

—¿A mí? Nada —responde Dalila con sádica alegría, para el alivio de Lucia—. Vi como las cosas estaban afuera y salí a divertirme. Fue entonces cuando cinco tipos me gritaron «bruja» e «hija de Satanás» solo porque visto de negro. Eso me molestó mucho, así que dejé de caminar, pero para mi sorpresa, me arrastraron a un callejón para tratar de violarme. Entonces pensé «¡Genial! La diversión llegó a mí», mientras yo me hice la damisela indefensa y veía chillar a esos cerdos que iban a «purificarme de mis pecados». Ahí me entraron ganas de prenderles fuego, pero, recordé las palabras de André: «si vas a salir, no llames demasiado la atención». Así que los castigué…a la antigua.

—¿Los moliste a golpes? —pregunta la humana con una sonrisa pícara. Su satisfacción al ver que la vampiresa les dio su merecido a esos indeseables, es innegable.

—Adivinó, sumercé. Hubiera visto las caras de terror cuando vieron que yo era más fuerte que todos ellos juntos. Incluso, después de partirles los huesos, seguían gritándome «¡bruja!», «monstruo» y hasta «¡demonio!». Jajaja, ¡Idiotas! —relata Dalila entre risas mientras sus ojos bien abiertos y amplia sonrisa, delatan su adicción al poder vampírico que corre por sus venas.

—Jajaja, ¿no me estarás tirando una casaca?

—¡No, Lucia! No miento. Palabra. Después de golpearlos, me dio mucha risa que uno de ellos me sacó un crucifijo, dizque para espantarme, mientras el muy bestia gritaba «¡Atrás, hija de Satán! ¡En el nombre de Dios, te reprendo!» —expresa la vampiresa despectivamente, reflejando su profundo odio por las expresiones del amenismo.

—¿Un crucifijo? —Lucia hace una mueca de extrañeza; el relato de su amiga luce tan surrealista, que ya le parece sacado de una comedia de dudosa calidad.

—Créalo mija porque así fue. Para que el tipo no siguiera haciendo el ridículo, yo nada más le dije «mire huevón, su Dios no lo salvará de mí, porque él solo existe en su imaginación», mientras estrujé su mano, con todo y crucifijo. ¡Se sintió tan bien escuchar el crujir de sus huesos! Todo eso me dio mucha hambre, así que los exprimí hasta la última gota de sangre y dejarlos secos como momias. Y para ocultar mis huellas, puse sus cadáveres en un local cercano que estaba en llamas. Nadie sabe nada y nadie vio nada. ¡Este pechito se las sabe todas! —Dalila concluye su historia saboreando sus labios, mientras recuerda el dulce sabor de la sangre humana escurriéndose por sus labios.

—¿Por qué hacés eso? —la expresión de Lucia se torna misteriosa, algo que toma por sorpresa a la colombiana, quien inmediatamente pregunta:

—¿Qué cosa?

—Dalila, ¿Qué es lo que tenés en contra de la gente? Está bien que esos tipos eran unos indeseables y que debes beber sangre para mantener tus poderes, pero esto de matar por matar es…asqueroso. Tal vez esos tipos si tenían razón en llamarte monstruo. —expresa Lucia acusatoriamente. La defensa propia está bien para la guatemalteca; matar por deporte es un acto abominable que nunca apoyaría.

Antes de que la indignada vampiresa respondiera, André hace una seña para que le ceda la palabra. Gesto suficiente para que Dalila se pose en el brazo derecho del sillón de su novio, mientras él tantea un control remoto ubicado en el brazo izquierdo de su sillón.

—Tal vez no lo sepas, mi estimada maga verde, pero mi novia alguna vez fue humana y nació en una familia muy religiosa. Ellos abusaron sicológicamente de ella y encima la trataron como basura, solo porque no aceptaba que le impusieran sus falsos ritos. Pero los vampiros nunca le impusimos nada. Su... sadismo, solo es su deseo desatado de castigar a la especie que tanto la hizo sufrir; un deseo que estuvo reprimido como humana, pero, gracias a su transformación, ella finalmente es libre de ser lo que es en realidad.  —explica André mientras mira con seriedad a la humana y posa su mano en las piernas de Dalila, justificando sus actos e identificándose enteramente con ella.

La revelación dejó a Lucia atónita. En otra época, ella habría criticado a André por ponerse del lado de una asesina despiadada, pero el tiempo que ha compartido con los vampiros y tras adquirir su propia cuota de sangre derramada en Cozumel, sirvieron para que su brújula moral empiece a desviarse. Ahora, tras percibir el odio visceral de André al hablar sobre el pasado de su novia, se siente estúpida por haber intentado imponer su moral a una amiga que no lo merecía; una moral que, sin darse cuenta, ha empezado a desviarse:

—Dalila, perdón. Fui una tonta por decirte todas esas cosas. No sabía que habías pasado por todo eso. Si mi familia me hubiera hecho eso, yo habría tomado el mismo camino que vos.

—No se preocupe por eso, Lucia, que usted es de los míos —sonríe Dalila, mientras se pasa al sillón de la humana hasta sentarse en el brazo derecho de éste—. Qué bueno que me entienda, porque yo la quiero mucho a usted. Es más, vamos a hacer una cosa: yo la acepto como es, pero me acepta a mí. ¿Le parece?

—La pregunta ofende. ¡Claro que acepto! —recalca la humana tras chocar palmas amistosamente con la vampiresa, quien se tira hacia las piernas de su amiga, lo que provocó que las dos se fundieran en una armoniosa carcajada.

—Qué bueno que ustedes dos hagan las paces —André irrumpe en la conversación, matando el rato de empatía entre ambas—. Lucia, ya que estás dentro, es hora qué te des cuenta de algo.

Él toma el control remoto y con un botón, hace cambiar el cuadro virtual —en realidad, un televisor de plasma— a un canal de noticias, donde se está narrando como un incendio de grandes proporciones consume las selvas entre la frontera México-Guatemala, mientras se especula que «inescrupulosos latifundistas mexicanos» podrían estar detrás del fenómeno.

—No puede ser. La selva… —Lucia se tapa la boca en señal de estupor. La impotencia y la rabia se apoderan de ella, al ver su hogar siendo destruido por la ambición humana.

André pasa otro canal de noticias, en el cual se cubre un ataque sorpresa realizado por Nicaragua a las islas de San Andrés y Providencia —territorio colombiano—, en el que ya se contabilizan más de quinientos muertos, la mayoría civiles. Los periodistas discuten sobre el sospechoso aumento del poder naval del país centroamericano que, en menos de cinco años, pasó de tener unos pocos barcos de patrulla, a una auténtica flota de guerra, con docenas de destructores, corbetas, buques de desembarco y hasta submarinos.

—Esto es terrible ¿por qué se hacen esto? —las desgarradoras imágenes de la guerra hacen que los ojos de la hechicera empiecen a aguarse.

El brasileño cambia a otro canal, que narra una noticia que hasta a André y Dalila les resulta increíble: El gobierno de Estados Unidos ha quedado paralizado por el monumental robo a la Reserva Federal hace un par de semanas, en el cual el 1% de todo el presupuesto nacional se esfumó como por arte de magia, quedando como única pista, un mensaje —en inglés— que invadió por unos pocos minutos los aparatos electrónicos de todo el país: «Esto es obra del Fantasma de Haifa. ¡Feliz Halloween y que Dios bendiga a América! LOL».

Ante esta humillación, la oposición demanda la renuncia de todo el gobierno, mientras las protestas se han extendido a las ciudades importantes, dejando al país al borde de la anarquía. Por su parte, el presidente ha avisado que solo Dios lo puede sacar del poder, amenazando con sacar a la Guardia Nacional a las calles si los manifestantes seguían «alterando el orden público».

Lucia nota que había un curioso símbolo recurrente en todas las noticias, sin embargo, ella ignora por el momento ese detalle. Ver a la policía reprimir con violencia las protestas exacerba la mezcla de sentimientos en Lucía que, al borde de la desesperación, solo reclama respuestas:

—¡¿Qué diablos significa todo esto?!

—¿Confundida? No me extraña. Eventos así están sucediendo en todo el mundo —explica André—. Protestas contra gobiernos, golpes de estado y guerras entre países, son solo la punta del iceberg. El mundo rápidamente está siendo llevado a la anarquía total.

—¿Por qué? —la respuesta ha dejado a la guatemalteca más confundida que nunca.

André apaga el televisor y tras dirigir su mirada hacia Lucia, pregunta —¿Quieres verlo por ti misma?

Esas eran las palabras que la guatemalteca esperaba oír. Finalmente, la hora de las respuestas ha llegado.

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Siendo las tres de la tarde, la Avenida Tulum de Cancún, una calle de ocho carriles y llena de establecimientos comerciales que recorre la ciudad de norte a sur, está siendo testigo de una violenta batalla campal entre miles de manifestantes y las fuerzas policiales. Los primeros, armados con palos, machetes, bombas molotov y hasta morteros artesanales, se enfrentan a una policía armada con escudos, bastones, lanzagranadas de gas lacrimógeno, tanquetas y un hambre insaciable por castigar a los insurrectos que han llevado a la ciudad al borde de la anarquía.

—¡Lo ven, se los dije! ¡La gente aquí afuera está más loca que nunca! —exclama Dalila con gran emoción. La sensación de peligro provocada por estar en medio del caos es una sensación a la cual se ha vuelto adicta, desde el momento en que abandonó para siempre su humanidad.

Sus ansias por participar del festival del desorden y desatar sus poderes de manera desenfrenada, solo son contenidas por las recurrentes advertencias de André de no llamar demasiado la atención. Él promete que hay un momento y lugar para la diversión que busca, pero no es este.

—André ¿por qué nos trajiste aquí? ¿y a dónde va toda esta gente? —pregunta Lucia, profundamente impactada y aterrorizada por la magnitud y violencia de la manifestación.

Aunque se encuentra junto a los vampiros en el interior de la marea humana, a distancia segura de las batallas entre los manifestantes y la policía, ella nunca ha estado en una situación así, no hay plantas a la vista que pueda manipular en caso de que su vida sea amenazada y, las fuertes explosiones solo aumentan aún más su nerviosismo. El estar fuera de su hogar y de todo lo que conocía, la hacen sentir muy vulnerable, por lo que instintivamente abraza a André, quien amablemente la arropa con sus brazos y le susurra que no debe temer a nada, que ellos la protegerán de lo que sea, una escena que se ve curiosa, ya que ella es más alta que él. Pese al gesto aparentemente romántico, Dalila no muestra señal alguna de celos; su único gesto fue una misteriosa sonrisa maliciosa.

—Te traje aquí porque esta marcha es un pequeño ejemplo de la situación mundial. La manifestación se dirige hasta el ayuntamiento de la ciudad y marchas similares están desarrollándose por todo México con un solo objetivo: derrocar al gobierno de este país.

—¿Por qué?

—Un impuesto a las iglesias amenistas. Eso motivó a los pastores del país a que desataran a sus borregos a base de mentiras, para sembrar el caos y derrocar a este gobierno. —responde André con un tono aburrido que realza su desprecio a las religiones organizadas, en especial la amenista.

—Pero —Dalila irrumpe en la conversación, posándose a la derecha de Lucia y susurrándole al oído—, si presta atención a los detalles, se dará cuenta de algo muy… interesante.

Lucia observa a los manifestantes y nota que muchos de ellos portan el mismo símbolo: cinco letras «A» ordenadas de tal forma que luzcan como una estrella de cinco puntas y en su centro, un ojo de aspecto ominoso que da la sensación de mirar fijamente a aquel que posa sus ojos en él. Este símbolo lo llevan en banderas —generalmente blancas—, bandas, botones, estampados y hasta en tatuajes.

—¡Esa estrella la vi en las noticias! ¡Está por todas partes! ¡¿Qué significa?! —interroga Lucia asombrada, al descubrir qué, el símbolo se encuentra literalmente por todas partes.

—Ese es el emblema del Imperio de la Atlántida y de su Emperador —responde André—. Él y su corte han dirigido los destinos de la humanidad desde las sombras desde hace más de diez mil años. Ellos son los causantes de todo este caos.

—¿Qué es lo que buscan?

—Con la llegada del nuevo milenio, nuestro mundo había vivido la época más pacífica de toda su historia. Esto convirtió a la humanidad en una especie complaciente y ociosa, pero, la internet ha permitido que la gente pueda enterarse de todo lo que pasa en el planeta, desde la comodidad de su casa y, las redes sociales permiten que hoy en día, las noticias vuelen, sin importar si se dan al otro lado del globo.

—¿Eso, es bueno? —Aunque Lucia puede entender a André en términos generales, no es capaz de vislumbrar el alcance real de sus palabras. Después de todo, ella nunca usó el internet ni mucho menos hizo uso de red social alguna.

—Claro que lo es, joven —Dalila salta y golpea juguetonamente a la guatemalteca en la cabeza, como si la regañara por su ignorancia—. Para que usted entienda: los amos del mundo sienten que ya no pueden controlar su rebaño. Y eso es algo que el Emperador, con su ego más grande que todos los astros del sistema solar juntos, no puede permitirse jamás.

—La gente de hoy no cree en sus líderes, ya que cada vez que hablan, alguien publica en redes sociales evidencia que lo que dicen no es más que una mentira descarada. La coyuntura mundial y la tecnología permitieron que la gente pudiera, por primera vez en su historia, arrancarles la careta a sus gobernantes y exponerlos como los mentirosos y oportunistas que son en realidad. —aclara André, mientras frota tiernamente la cabeza de Lucia, quien disimuladamente disfruta del gesto.

—Así es, André —replica Dalila, mientras observa con misteriosa dicha los gestos afectuosos de su novio para con su amiga humana—. El orden mundial que han creado ya no puede mantener a las masas dominadas, así que quieren destruirlo, creando uno nuevo. Uno en el cual ellos finalmente puedan mostrarse al público como se ven a sí mismos: dioses que caminan sobre la Tierra. De esta forma, se mostrarán ante las masas como los perfectos gobernantes del mundo, mientras la gente se plegará ante sus designios.

—¿Y cómo pretenden que la gente los acepte? —con cada pregunta que Lucia hace, su nerviosismo aumenta. Sabe que ha sido involucrada en un asunto demasiado grande, uno que ni siquiera logra entender del todo. Pero su curiosidad es más grande que su temor a lo desconocido.

André nota la mezcla de sentimientos de Lucia, así que la abraza con más fuerza, mientras responde: 

—El Emperador y su corte son muy poderosos, han vivido por tanto tiempo que podrían fácilmente hacerse pasar como dioses y nadie notaría la diferencia. Ellos llaman a su proyecto de nuevo orden mundial, Operación Nuevo Mundo; un plan diseñado para ser activado en cuatro fases.

—¿Cuatro fases?

—Así es, Lucia —responde André—. En la Fase Uno, buscarán debilitar el poder de los organismos internacionales, permitiendo que los estados pudieran entablar guerras entre sí con más facilidad.

—Esto ya lo consiguieron —complementa Dalila, mientras una bomba artesanal destrozó la puerta de un centro comercial, motivando a muchos fieles a rendirse a la jugosa tentación de saquearlo—. Desacreditaron a la ONU y las demás organizaciones internacionales, promovieron la desfinanciación de estos entes y ordenaron a las potencias mundiales que se retiren de las mismas. Aún existen, pero sus miembros actuales no tienen poder para influenciar los asuntos mundiales y, por ende, las resoluciones de estos organismos no pasan de ser letra muerta.

—En la Fase Dos —continúa André—, que está en proceso, buscarán crear un clima de descontento social que llevará a la sociedad a la anarquía. Su objetivo final, es acabar con las instituciones democráticas e instalar a regímenes dictatoriales leales al emperador en los países más poderosos del planeta, que incitarán a sus pueblos a buscar la guerra entre los estados rivales, como medio de alcanzar la hegemonía mundial. Los partidos religiosos son perfectos para esta tarea, ya que inculcan el endiosamiento de sus líderes, para hacerlos pasar como honestos ante las masas.

—¿Qué, pasará cuando esos partidos religiosos, lleguen al poder? —interroga Lucia con timidez. Una parte de ella no quiere conocer la respuesta.

—Empezarán a eliminar todo rastro de enriquecimiento cultural —replica André sin rodeos—. El acceso a la internet será restringido, muchas páginas serán bloqueadas y habrá expresiones culturales que se prohibirán. La religión mayoritaria se usará para domesticar a las masas, culminando en el retroceso de las libertades individuales y el exterminio de todos aquellos que no sigan la doctrina oficial.

—¡Malditos sean! —Lucia escupe con asco—. ¡¿Quieren devolvernos a los años de la Inquisición Española?! —la sola insinuación de que la cultura maya que tanto aprecia sería perseguida en dicha coyuntura, fue suficiente para que su temor se transformara en rabia absoluta.

—Me temo que sí, amiga. Pero prepárese, que lo mejor está por venir —advierte Dalila con aire sarcástico—. En la Fase Tres, con el nacionalismo exacerbado y el fanatismo religioso dominando la política mundial y, sin autoridad internacional que garantice la paz mundial, el Emperador solo necesitará de un… incidente aislado, para provocar la madre de todas las guerras: La Tercera Guerra Mundial.

Las tres palabras finales que salieron de la boca de Dalila le provocaron un terrible escalofrío a Lucia. Los mayas le relataron las horribles experiencias que padecieron a manos del ejército y las guerrillas durante la Guerra Civil de Guatemala, que la llevaron a tener un profundo pavor a las guerras y sus consecuencias. Si el Emperador atlante quiere fabricar una guerra a escala mundial, el solo pensar en las atrocidades que se desatarán sobre el planeta es tan aterrador, que por un instante ella queda paralizada del pánico.

—Cuando la civilización humana se haya destruido a sí misma, el escenario estará listo para la Fase Cuatro: los humanos sobrevivientes, dándose cuenta de su incapacidad para regir sus destinos y adoctrinados por la religión organizada, estarán desesperados por un mesías salvador. Entonces, el Emperador y su corte emergerán como la respuesta que busca la humanidad con ansias. —la escalofriante conclusión de André deja a Lucia estupefacta. Está consciente de que el enemigo al que se enfrentan es muy poderoso, y esto solo sirve para aterrarla aún más. No obstante, ella siente que hay un cabo suelto detrás de toda esa avalancha de información…

—Si este…emperador es tan poderoso, ¿Cómo piensan detenerlo?

—Mi querida Lucia, la Familia Heigui, junto a una organización muy poderosa, estamos poniendo en marcha un plan que desbaratará la Operación Nuevo Mundo y, debilitará para siempre el control de la Atlántida sobre la Tierra.

—¿Y en qué consiste este…plan?

—Explicarte todos los detalles me llevaría una eternidad, así que, por ahora, solo te diré que la razón por la cual vinimos a Cancún es, porque vinimos a hacer una…invitación.

Un teléfono suena en medio de la multitud. A Lucia, con su limitado sentido del oído, le resulta casi imposible escucharlo en medio del ruido de las arengas y las explosiones; André y Dalila, con sus oídos más agudos de vampiro, logran escucharlo con más claridad.

André contesta su celular. La conversación es en portugués, por lo que ni Dalila ni Lucia pueden entenderla, pero se puede notar por sus expresiones faciales que es alguien con quien tiene mucha confianza. No obstante, la comunicación es corta y en menos de cinco minutos la llamada termina.

—¿Quién era?

—Lucia, debemos salir de esta manifestación cuanto antes y llegar a la iglesia en la esquina de la Calle Crisantemos. ¡Dalila!

—¿Sí, querido? —ella responde con una enorme sonrisa. Apenas si puede contener sus ansias de sembrar el caos.

—Dispersa esta maldita marcha.

Esa es música para los oídos de la vampiresa:

—¡Pensé que nunca lo diría!

     Dalila observa a un hombre adulto gritando arengas a favor de la quema de libros no amenistas y camina hasta él para besarlo. Pero primero, susurra: 

—Beso de la Muerte: Sitri[1].

El hombre, sintiéndose afortunado porque una bella adolescente lo tomara de la mano y robara un beso, se deja llevar por la pasión y abraza con fuerza a Dalila, quedando sus labios conectados por un tiempo considerable, lo suficiente como para que el hombre se sintiera tan dichoso como para abrazar a la vampiresa.

Para su disgusto, ella lo termina empujando mientras se limpia la boca y hace una mueca de asco. Él, sintiendo mancillada su hombría, exige explicación para semejante grosería. La vampiresa hace brillar sus ojos, sonríe sádicamente y replica:

—Ay cariño, el problema con las mentes cerradas, es que siempre tienen la boca abierta.

Los ojos felinos color escarlata de la joven inundan de pánico al hombre, que solo reacciona cuando su cuerpo empieza a quemarse. Corre y grita por ayuda, sembrando el pánico entre los manifestantes, que huyen despavoridos por todas direcciones, desarmando por completo la manifestación, para alivio de la policía. El trio ahora tiene el camino libre para poder llegar a su destino.

Lucia, impactada por presenciar el mortífero acto de magia de Dalila, pregunta:

—¿Qué fue todo eso?

Ars Goetia[2]. Es el nombre de mi magia. Nombré cada uno de mis hechizos en honor a los 72 demonios que aparecen en ese libro. André me ayudó a crearla, aunque… aún estoy aprendiendo a dominarla.

Sintiendo la incesante necesidad de bromear sobre lo que ha presenciado, Lucia señala a Dalila y simulando estar indignada, dice: 

—Lo sabía, ¡sos una Bruja del Demonio!

A Dalila eso le hace mucha gracia:

—Si usted desea llamarme así, yo no me pongo brava.

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La iglesia amenista Semillas de Luz es uno de los más peculiares de Cancún. Ubicado en una antigua zona verde, localizada en una esquina entre las calles Crisantemos y Claveles, su construcción en el año 2025 fue financiada por la poderosa Casa Velásquez, de la cual Esteban Velásquez era uno de sus miembros.

Su interior totalmente blanco y con capacidad para doscientas personas, está diseñado para que sus asistentes sientan que se hallan en una versión idealizada del reino de los cielos, imagen fortalecida por las sillas enchapadas en oro, los numerosos candelabros dorados adornados con diamantes y diversas frases en latín plasmadas en las paredes y hechas con letras forjadas en oro sólido.

En dicho templo, a las tres y media de la tarde, un matrimonio entre un miembro de la Casa Velásquez y otra familia importante de México se estaría llevando a cabo…

—Mi mente es un software. Ha sido programada.

Sin embargo, aunque los invitados ya están en la iglesia, no hay forma de que el matrimonio se consume…

—Mi cuerpo es un cascarón. Ha sido reemplazado.

La novia se halla sentada en la pequeña escalinata bajo el púlpito, con su lujoso vestido blanco manchado de sangre, mientras sostiene la cabeza de su novio, a quien le recita un poema…

—La muerte es una enfermedad. Ha sido curada.

Resulta que el templo santo ha sido testigo silencioso de una escena dantesca. Los cadáveres de los doscientos invitados se hallan esparcidos desordenadamente por todo el recinto. Cabezas cortadas, extremidades amputadas y cuerpos mutilados dominan la vista. El templo santo se ha transformado en una sucursal del infierno.

—La extinción se acerca…

Las pesadas puertas de madera del templo se abren y la novia se pone alerta, pero su preocupación es pasajera. Tres personas —un hombre y dos mujeres—, irrumpen en su morada y ella reconoce uno de ellos. Estos «intrusos» no son enemigos.

—¡Juliana Velásquez de Iota!, —André anuncia pomposamente el nombre de la novia, sin ocultar su sorpresa al presenciar la masacre—. Cuando me dijiste que no te ibas a casar, me alegré de verdad. No entiendo qué tiene que ver eso con el que hayas perpetrado esta matanza.

—¿Juliana? —ella tira con desdén la cabeza hacia el púlpito— Ese fue el nombre que mis padres me impusieron. ¿Velásquez de Iota? Ese fue el apellido que mi familia me impuso. Hoy, he desechado toda atadura impuesta sobre mí. La Casa Velásquez y sus lacayos, han sido borrados de la faz de la Tierra. Mi mano ha sido la única responsable de su eliminación. —replica la novia, cuya voz monótona es tan inquietante, que da la sensación de tratarse de una máquina que intenta imitar a un ser vivo.

Aunque a simple vista es una adolescente de 18 años, la novia tiene rasgos que, al notarse, delatan su verdadera naturaleza: su piel clara y sin rastro de imperfecciones resulta demasiado perfecta para ser real; sus ojos dorados sin brillo, lentes de lectura y el hecho que nunca parpadea, realzan su naturaleza artificial y desalmada. Su abominable perfección aterra a Lucia pero no a Dalila, quien no oculta su admiración hacia ese «ser», por realizar lo que ella llamaría «una deliciosa masacre».

—Ok. Entonces, ¿Cuál es tu nuevo nombre, prima?   —pregunta André con cierta timidez. Al igual que Lucia, se siente intimidado por este ser, humano por fuera, pero tan…artificial por dentro.

—Xitlali J-30 es el nombre que he escogido. Brillar con luz propia siempre ha sido mi objetivo.

—Perdón si soy imprudente, pero ¿por qué mataste a toda esta gente? —pregunta Lucia con cautela.

Xitlali se pone de pie mientras que la guatemalteca instintivamente agarra el báculo en su espalda, pero André le hace una seña para que no se alarme. Aunque su presencia puede ser aterradora, él aclara que su prima nunca le haría daño a él, ni a nadie relacionado con la Familia Heigui.

—Se que se estarán preguntando porqué toda esta gente merecía morir. Si quieren conocer mi historia, manténganse en sintonía…



[1] En demonología, Sitri es un gran príncipe infernal que reina sobre 70 legiones y hace que los hombres se enamoren de las mujeres e incitarlas a que se desnuden. Es un demonio del placer.

[2] Es la primera sección de la Llave Menor de Salomón, un grimorio mágico en el que se detallan los 72 demonios que el rey Salomón capturó y obligó a trabajar para él.


Emblema nacional del Imperio de la Atlántida y de su Emperador

La Gloriosa Victoria de Diego Rivera

21-DIOSES Y MONSTRUOS

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